De la Maramín al Maratón

No podía imaginar que de correr 42 minutos algún día pasaría a correr 42 kilómetros

Visionando ya la meta del Maratón Valencia Trinidad Alfonso EDP

Visionando ya la meta del Maratón Valencia Trinidad Alfonso EDP / P. L.

Soy Pilar López, redactora de SUPER y maratoniana, el 5 de diciembre correré el Maratón de València: será mi décimo maratón. Soy una de las muchas mujeres (trabajadora, madre y runner) que poco a poco, elevan el porcentaje de participación femenina para que cada vez, seamos #MásEnMetaEste es mi diario de entrenamiento. Camino al Maratón Valencia Trinidad Alfonso EDP.

El Maratón me da la vida’, no es una frase mía, es de mi amiga y compañera de entrenamientos, Pilar Belarte. La suscribo totalmente. El maratón es mucho más que una carrera, mucho más que un día. El maratón es una ilusión que te alimenta, que te acompaña desde el momento en el que decides correrlo. La felicidad radica en tener metas, objetivos, ilusiones.. y todo eso te lo da el maratón. A mí, por lo menos. El resto del año, salgo, simplemente a ‘correr’ pero cuando enciendo el ‘modo maratón’, salgo a ‘entrenar’. Faltan ya menos de dos semanas, el trabajo está ya hecho. Atrás quedan tres meses de esfuerzo. Las semanas de carga, de trabajo intenso, han llegado a su fin. El sábado pasado hice mi último largo: 24 kilómetros bajo la lluvia y el domingo 12 más en compañía de Carlos (que está viviendo este Maratón como si fuese el último) y Lourdes que lleva una maratoniana dentro aunque aún no se ha dado cuenta de ello. A menos que llueva a mares, no me detiene la lluvia, me gusta incluso. No sé por qué, pero correr bajo la lluvia intensifica aún más la sensación de libertad.

En estas dos semanas en las que bajamos la exigencia física es el momento de trabajar la fortaleza mental, de visualizar todas las sensaciones que nos esperan el 5 de diciembre. De recordar por qué y cómo hemos llegado hasta aquí. Cómo he llegado yo a estar a tan sólo unos días de afrontar mi décimo maratón. En mi caso todo empezó cuando apenas era una adolescente. Jugaba al baloncesto en el equipo del Instituto Campanar. Me encantaba y no se me daba mal pero, no tenía fondo y a los pocos minutos tenía que suplicar el paso por el banquillo. El entrenador me recomendó que corriera para ganar resistencia y así lo hice. Empecé a bajar al río que tenía muy cerca de casa. Los primeros días apenas corría un kilómetro y tenía que parar, pero poco a poco fui incrementando tiempo y metros.

Dejé pronto el baloncesto pero conservé la buena costumbre de salir a correr de vez en cuando. Sin pretensiones, sin mirar ni el ritmo ni la distancia. Me inventé una prueba a la que denominé ‘Maramín’ (mezcla de maratón y minutos) que consistía en correr 42 minutos. Así me pasé muchos, muchos años, corriendo de vez en cuando una ‘maramín’, parando siempre mi viejo cronómetro Cassio (no había gps) en el minuto 42. No podía imaginar que de correr 42 minutos algún día pasaría a correr ¡42 kilómetros!. Aquellas maramines que finalizaba muchas veces con un cigarrito mientras estiraba (durante muchos años fui fumadora empedernida), sentaron las bases de una afición que no me ha abandonado nunca. Atrás fueron quedando las salidas nocturnas, las discotecas, el tabaco que conseguí dejar, llegaron los hijos y con ellos, los cambios de hábitos, de horarios y la certidumbre de que ahora mi vida era importante, porque de mí dependían dos personitas y por tanto, era el momento de cuidar la salud, de apostar por la actividad física y la buena alimentación.

Descubrí lo bonito que puede llegar a ser madrugar un domingo para hacer deporte, para correr, descubrí la maravilla que es correr en Navajas o disfrutar del Antiguo Cauce del Río y poco a poco, sin darme cuenta, las esporádicas' maramines' se fueron convirtiendo en cada vez más frecuentes, hasta que un día, sin saber por qué, no paré el crono en el minuto 42. Aquel día corrí 1 hora y 10 minutos. Aquel día dejé de pensar en minutos y empecé a pensar en kilómetros. Más tarde, con 37 años cumplí una promesa que, sin demasiado convencimiento, había hecho mucho tiempo atrás y corrí mi primer maratón. Nunca olvidaré el último kilómetro y aquella alfombra azul que recorrí casi levitando de la emoción, cegada por lágrimas de felicidad. No hay nada como esos últimos metros que te llevan al arco de meta de un maratón. Mi amigo José Vicente (que ha corrido más de 80 maratones) un día para convencerme de que fuera al Maratón de Castellón, me preguntó «¿qué prefieres, un domingo normal o alcanzar la gloria?». «Elijo la gloria», le contesté.

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