La afición no puede comprar el Valencia CF. Pero lo que sí que puede es recuperarlo. Demostrar que no es de Lim. Que es suyo. Todos los actos de rebeldía de los últimos tiempos suman en esa aspiración. Y demuestran que el valencianismo no vive anestesiado. Está muy vivo. El mejor ejemplo es la manifestación del 11D que todas las plataformas presentaron ayer. Sin embargo, aunque el fenómeno se nutre de otras protestas, el caldo de cultivo que se respira prácticamente obliga a que en la marcha, además del famoso “Go Home”, el cartel que se cuelgue simbólicamente sea el de completo.

Hace falta una movilización mucho más contundente que la primera. Todavía no se vislumbra el final del recorrido pero si se cuentan por diezmiles los que acudan será definitivamente el principio de un proceso sin marcha atrás. Un cambio de reglas que ya no depende tanto de lo que puedan hacer en Singapur como de todo lo que ocurra desde aquí y de la presión sobre instituciones y organismos claves como es el de LaLiga. Respecto a este último, por cierto, lleva razón Martín Queralt cuando esgrime que el dinero de CVC lo ha generado el Valencia por su historia, no el máximo accionista. Con la aprobación de la Comisión Delegada, y a falta de la votación definitiva en la Asamblea del acuerdo, hay que confiar en que en el «plan de desarrollo» quede bien claro en qué lo gasta la propiedad. Y que hasta el último euro sea en beneficio del club.

Alessio Lisci

Lo que no pudo Pereira va a conseguirlo su relevo en el banquillo. El Levante, salvo catástrofe, volverá a ganar un partido oficial mucho después. Aunque el partido importante es el del domingo contra Osasuna, ojalá sirva al menos para recordar qué se siente y cogerle el gusto. Alessio está llamado a ser el entrenador del primer equipo pero lo que no está claro es que tenga que ser ahora. Lo tiene todo, incluido el liderazgo. Solo le falta la experiencia. A Quico y a todos los consejeros (salvo dos) que votaron el despido de la dirección deportiva ya no les quedan más balas para salvar al equipo. Al entrenador lo tienen que poner ellos. Obligados a acertar.