Opinión

Perdidos en el limbo

Creer que un fichaje o cuatro pueden tapar la inexistente planificación deportiva granota es algo del todo absurdo

Miramón, frente al Cádiz

Miramón, frente al Cádiz / M.A.Montesinos

Los goles de Negredo y Salvi asestaron un golpe de realidad al levantinismo. El Ciutat había recobrado ilusión y esperanza después de noquear al Mallorca. Fueron dos semanas en las que de nuevo la familia granota echó mano del calendario y de la calculadora. Sabiendo que estaba igual de difícil, las cuentas hasta podían salir. El milagro ya no lo era tanto pero el regreso al punto de partida ha borrado de golpe un cuento de la lechera que apenas ha tenido recorrido.

No fue por falta de implicación. El Levante intentó a su manera ganar al Cádiz. Tuvo arreones y ocasiones pero no hubo manera. El cuadro gaditano, sin grandes florituras, se llevó los tres puntos con más efectividad y saber estar, lo necesario para mantenerse en la pelea por una salvación que ahora casi nadie ve en Orriols. Y es que más que lo que pueda deparar esta temporada, que va enfilada al debacle deportivo, preocupa el paisaje que pueda dejar a nivel social y deportivo el Levante con el descenso.

Estos años de Primera División no sólo han prodigado la masa social granota sino un sentimiento de unión y de comunión absoluta entre dirigentes y aficionados. Aunque el sector crítico siempre ha existido, Quico Catalán ha estado salvaguardado y pertrechado gracias a los resultados y una gestión que hizo crecer a la entidad ya no tan solo con el primer equipo, sino también con el resto de secciones con el icono del primer equipo femenino o el fútbol sala entre otros. La reforma del Ciutat y el proyecto de la nueva Ciudad Deportiva han sido otros matices que han colocado al Levante como un club con estructura, muy lejano de aquel que siempre vivía ahogado por la falta de liquidez y sin ninguna perspectiva de futuro, insertado en su penumbra.

Esa etapa de bonanza ya ha pasado. El mal asesoramiento deportivo, arrastrado desde la pasada campaña, ha cobrado un peaje muy alto que ha dejado por un lado cierta división en el seguidor pero sobre todo grandes interrogantes sobre la figura del presidente. Las palabras de Quico Catalán, mostrando de puertas para fuera un convencimiento absoluto de que los partidos antes Mallorca y Cádiz iban a marcar un partido de inflexión, se han quedado vacías. El Levante queda en el limbo hoy y mañana

El mercado de invierno casi ni importa. Creer que un refuerzo o cuatro pueden tapar la inexistente planificación de verano es algo ridículo, porque el germen está demasiado evolucionado. En una situación tan depresiva, enrolarse en un proyecto abocado al hundimiento arroja un gesto de quijotismo. Lo que de verdad ha de importar es tener un plan para el futuro, pensando en el peor escenario. Sigue siendo inconcebible que no haya una figura deportiva que tome decisiones y que comience a diseñar un proyecto que estudie el mercado, visione futbolistas y analice la situación del banquillo. En definitiva, que esboce el proyecto 22-23, ese sobre el que el Levante debe abrazarse para volver a resurgir y ser el club modélico de no hace demasiado tiempo.

Haber desperdiciado tanto tiempo ha creado una fractura y volver a recaer en lo mismo sería imperdonable. Del ‘Sí se puede’ se ha pasado al ‘Quico vete ya’. Sigue sin ser mayoritario, porque la resignación de la grada invita al silencio, pero lanzar mensajes para pedir el enésimo apoyo del seguidor y rastrear con desesperación un mercado que apenas da salidas para permitir entradas queda caduco y no vale.

El examen sobre Quico sigue sobre la mesa y el sentir es que queda muy lejos, quizás demasiado en el tiempo. El aprobado podrá llegar por detalles que se nos escapen porque en lo deportivo el fracaso es rotundo. Hay que decidir, ejecutar, aunque se cometan errores. Será complicado empeorar porque la concatenación de malas decisiones ha sido evidente. La probabilidad quizás lleve a cambiar la tendencia. Con que poco nos conformamos a estas alturas.