Manda narices que fuese Raúl García quien acusara al Valencia de no jugar, sobre todo cuando la realidad es que el equipo de Bordalás, mucho antes de hacer su papel en los últimos 10 minutos, tuvo tan maniatado al de Marcelino que lo suyo habría sido una victoria para encarar la vuelta en la caldera de Mestalla con ventaja en el marcador además de en el ambiente. En el mejor momento posible para hacerlo, la ida de unas semifinales de Copa a domicilio y con un público inflamado, los valencianistas ofrecieron también su mejor versión de toda la temporada y con ella dieron un paso de gigante hacia La Cartuja. No era sencillo ni los antecedentes invitaban a a pensar que lo sería, pero al compromiso del que nadie dudaba se añadió una versión mucho más competitiva y afilada desde el primer minuto. Desde el banquillo la apuesta tan clara como ambiciosa y en el campo las órdenes se cumplieron a rajatabla. La batalla de la pizarra se la llevó claramente Bordalás, al que hay que reconocerle también el mérito de lo enchufados que salieron los futbolistas. Fue, sin duda, un partido con el sello de bronco y copero. Nadie le perdió nunca la cara al toma y daca, ni siquiera tras los instantes de zozobra, prácticamente los únicos, que siguieron al 1-0 y en los que se echó en falta, ningún sorpresa, la figura del pivote defensivo. El empate de Hugo Duro hizo justicia, aunque su grito en la celebración, siempre a punto para estar donde toca, no sonó tan fuerte como su enfado por el penalti que Munuera pasó por alto por un empujón clarísimo cuando encaraba puerta. Puede colar que el colegiado, que incluso lo amonestó, no lo viera en directo. Pero es inaceptable que desde el VAR, que está para eso, ni siquiera se revisara la jugada. Fue el remate final, después de que pasara lo mismo con una roja a Dani García por clavarle los tacos a Soler, a un arbitraje discutible en el que al Athletic le salió gratis durante demasiado tiempo el juego brusco y en el que la tensión es cierto que se cortó con un cuchillo, ya fuese en el césped o en la tángana camino del vestuario que le costó la expulsión a un sospechoso habitual de las trifulcas como Maxi Gómez.