Conversaba el fin de semana con un grupo de aficionados del Levante tras empatar frente al Espanyol para palpar el sentir a estas alturas de la parroquia granota. La conclusión a la que llegué, y que aquí comparto, es que sí, que el equipo y el club han concatenado muchos errores para estar en la situación en la que se está y más en una competición que premia y castiga la regularidad, como es la liga. Sin embargo, ha habido otro factor importante, el de la suerte y condicionantes externos que tampoco han ayudado.

En perspectiva, en el tramo inicial de LaLiga volaron seis puntos que perfectamente hubieran podido cambiar el rumbo de la temporada. Los goles encajados contra el Cádiz, el Real Madrid y el Rayo Vallecano privaron al Levante de llevarse un triunfo que seguro habría trasladado un decorado bien distinto y en el que también seguro las discrepancias internas habrían tenido un menor impacto, además de que los nervios no hubieran alcanzado valores tan altos. Más allá de si fueron o no justo esos resultados, por ejemplo ante el Rayo hasta se mereció perder, la realidad es que los famosos detalles jugaron en contra en lo que ha sido la tónica habitual del año.

Los vaivenes en el banquillo, el bajón de rendimiento en general de la plantilla y una coyuntura social que ha perdido la estabilidad de antaño han sido otros condicionantes que prácticamente dejaron desahuciado al equipo hace poco más de un mes.

Por si esto fuera poco ha entrado en escena otro de los focos que podían avivar la particular llama del infortunio, el arbitraje. La acción de Cabrera con Dani Gómez clamó al cielo. Díaz de Mera exhibió chulería y falta de criterio durante todo el choque , pero lo más grave fue que el VAR no llamara a filas al colegiado para revisar la acción. Una nueva muestra que estimula la desconfianza en un sistema hecho para impartir justicia pero que exhibe volantazos que hacen que sea una cuestión de fe el creer en su sistema ecuánime. Ha hecho bien el club, como destapó este periódico, en trasladar a Rubiales su preocupación y malestar por medio de Quico Catalán, y por supuesto la sinceridad de Lisci. El hecho de ser un entrenador novel permite, de momento, ciertas licencias para ser claro, y sus declaraciones se agradecen porque representaron a gran parte del levantinismo. Es pronto para hablar todavía de las consecuencias de esta acción, pero no puede permitirse el fútbol español unos errores tan flagrantes y que ponen en riesgo serio el futuro deportivo de una institución. Hay que exigir responsabilidad y respeto y más aún cuando hay tanto en juego. Dejar en el aire los criterios a expensas de no saber bien el motivo es muy grave. Ojalá en mayo no haya que acordarse de esto.

Mañana espera Osasuna. Un choque en el que será importante, cómo no, puntuar, y más teniendo en cuenta que tenemos otro parón posterior por las selecciones. Fue en Pamplona la pasada campaña cuando el Levante pegó su primer zarpazo tras ganar un partido que comenzó perdiendo. Habrá que apelar a este precedente y al patrón San José para sumar los tres puntos. El equipo portará la camiseta de la Senyera, equipación que casi siempre ha traído resultados positivos. Valencianía al poder.

Baloncesto

Y el domingo doble cita en La Fonteta con el Valencia Basket. El conjunto masculino se medirá al Casademont Zaragoza en un partido en el que no podremos ver enfrente al destituido Ponsarnau y que volverá a poner a prueba a un equipo de nuevo salpicado por las adversidades en forma de bajas. Más tarde llegará el plato fuerte. El cuadro femenino de Rubén Burgos tratará de conseguir el billete para la Final Four ante el Venezia con un buen botín de cuatro puntos. Mucho mérito para un bloque que está sacando el máximo rédito pese a tener fuera de combate a dos jugadoras tan diferenciales como Carrera y Gil. Una gran velada.