Por fin sabemos el apoyo real de Lim entre el valencianismo. Son cerca de 3.600. Esa es la cifra de entradas que la dirección del Valencia hurta a sus abonados para repartirla entre sus paniaguados. Además del escándalo, supone menos de un 0,07 de la militancia blanquinegra, lo que confirma el sentido de autarquía de la gestión en Mestalla. Una auténtica minoría, en términos democráticos, vaya. En términos occidentales, con ese mínimo apoyo, nadie podría ser ni presidente de escalera.

Era difícil aguar la fiesta de la final de Copa, pues hasta eso ha conseguido Meriton, siendo el claro ejemplo de la ley de Murphy, donde todo lo que va mal puede ir peor. El principio de semana esperanzador donde los wasaps iban cargados de ilusión sobre si tenías entrada, y la solidaridad en busca de ella en caso negativo, ha sido otro brutal desacierto. Ahora se ha descubierto la verdad sobre los requisitos del corte para acceder a una entrada.

La pregunta es quiénes serán esos 3.600 incondicionales de Lim en el Valencia. Me sobran unos miles, así que entiendo que, tras dar de comer a las hienas, el resto serán para intereses particulares de ese magnate de Singapur que nos iba a sacar de pobres. Y aquí hay que hacer una mención especial a Pepe Barberá, que gracias a su demanda hemos comprobado la gran valentía de Salvo, culpando a todos los miembros de aquella Fundación que malvendió el club. Por cierto, ¿a qué responde el silencio de esos corderos que levantaron la mano por miedo a las prácticas sicilianas?

Pepe Barberá y Libertad VCF merecen todo el apoyo y reconocimiento. Gracias a su tenacidad vamos sabiendo la verdad, que no es otra, que unos pocos valencianos vendieron el club a la peor oferta. Pronto se sabrán los verdaderos motivos. Porque la mentira tiene las patas cortas. A la mentira solo se la puede ganar rebatiéndola y aunque parezca cansado, hay que hacerlo porque si no el valencianismo puede instalarse en la distorsión de la realidad, la antesala del precipicio.

Repito, el apoyo a Lim son esas 3.600 entradas para la final de Sevilla. Una gesta que debemos apuntar a Bordalás y una plantilla que, pese a la incompetencia administrativa, ha hecho posible devolver la ilusión a una afición maltratada. Quedan cuatro partidos antes de la cita en La Cartuja, dos en casa (mañana ante el Cadiz y el sábado 16 ante Osasuna), así que es el escenario adecuado para manifestar el desacuerdo. Porque si alguien de Meriton ha pensado que restando entradas a los abonados pueden silenciar la queja en plena final, es que no conoce, ni quiere conocer al valencianismo. Y así no se puede continuar.