Pesadilla, drama, hartazgo, decadencia, agonía. Se agotan los adjetivos para describir una situación insoportable y a punto de detonar. Otra vez, ojalá la definitiva. La deriva hasta el 0-3 un partido sin nada en juego es del todo lamentable. Una demostración más, la enésima, de que el Valencia de Lim, Murthy y Meriton navega sin rumbo a todos los niveles: deportivo, económico e institucional. También de que Bordalás, alguien que con sus pros y sus contras es el único preparado para al menos llevar el timón del equipo, parece en disposición de saltar por la borda... Es, sin duda, la crónica de una muerte anunciada.

El mundo Meriton, incluidos sus colaboracionistas, hace tiempo que dejó de confiar en el entrenador. Y viceversa. Una decadencia terrorífica que, con el cabreo de costumbre en las derrotas, se volvió a verbalizar con declaraciones a puerta gayola. Las desavenencias que se ven en público, algunas feroces, son una broma con las que hay en privado. Ya no vale ni con un fichaje como el de Hugo Duro para maquillar la falta de comunicación.

Y la puesta de la planificación de la próxima temporada está condicionada por demasiadas cosas que es imposible que se den. La plantilla, sin apenas margen, corre el riesgo de volver a debilitarse hasta límites insospechados. Y, por si fuese poco, hay una bomba a la que no le queda mecha que está a punto de estallar. En Mestalla hace falta una revolución para no seguir hundiéndose en la mediocridad. Pero una revolución de verdad. Así no se debería de seguir, de ninguna de las maneras. Es inaceptable que vuelva a perpetrarse una temporada como esta. 

El examen

Inaceptable del todo es también la temporada del Levante, para el que el milagro de la salvación quedó ayer reducido a una mínima expresión con el triunfo del Granada. Honor a los que estarán en el Bernabéu, pero la suerte está echada desde hace demasiado tiempo y lo único que se ha conseguido es alargar la agonía. Ahora llega el momento del examen a Quico y de valorar a Miñambres por sus fichajes, no por lo que dijo aquel primer día que entró en el vestuario.