Opinión

¿Hasta cuándo aguantará el Valencia CF?

En lugar de la ilusión por poder mejorar el equipo, este verano deja la sensación de que un paso en falso puede condenar al equipo

Una imagen de Bordalás en Paterna

Una imagen de Bordalás en Paterna / Francisco Calabuig

No soy muy de efemérides, pero el año pasado se cumplieron 10 años de la primera vez que me di cuenta que el fútbol no era para mí. El Kun Agüero había metido el gol más importante de la historia de la Premier League y yo me enteré por Twitter, en el vestuario de mi equipo, sin saber si ducharme o no. ¿Qué debe hacer el portero suplente de un equipo de Segunda Regional cuando ni siquiera ha saltado a calentar? El tanto que dio su primera liga al City ya tiene su reflejo en el Etihad Stadium, una estatua bastante fea que en vez de reflejar al ex del Atleti, parece retratar a Kroos. El fútbol me quitó una de esas tardes en la que todo seguidor de la Premier sabe describir dónde estaba y con quién vio el partido. Era el principio del fin.

Yo, al igual que muchos otros, sufro lo que los ingleses llaman FOMO (fear of missing out, por sus iniciales). En español no tiene traducción literal, pero es algo así como el miedo de perderse un evento importante por estar haciendo otra cosa mucho más insignificante. Como aquella noche en la que no sales creyendo que va a ser una noche más y tus amigos acaban liándola a lo grande. Como cuando piensas que una eliminatoria de Copa contra el Getafe no será para tanto y acaba con el famoso toque en Hugo Duro y el hat-trick de Rodrigo. El Valencia que yo conozco aspira a vivir noches de esas. A estar presente en el momento en el que se juega todo, aunque se pierda. Mejor ver un agarrón a Zigic en el Calderón, un gol de Mbia en el descuento o un once con seis centrales en el Emirates que ver cómo son otros los que ganan y pierden.

Es difícil explicar fuera de Valencia por qué se va tan de frente contra Meriton, pero contar que Lim llegó para crear un equipo fuerte y dedicarse en su lugar a desmembrarlo sin rubor alguno es una buena forma de empezar. Ver cómo las dos últimas jornadas de liga se han jugado casi de manera clandestina, mientras los demás se juegan las cosas importantes me hace sentir igual que en aquel banquillo donde veía la vida pasar mientras el resto se divertía. Aún quedan casi tres meses para que empiece la próxima temporada y el valencianismo ya vive con impaciencia. ¿De dónde van a sacar los setenta millones en ventas? ¿Cuántas ruedas de prensa más aguantará Bordalás sin pisar el cable rojo de la destitución? ¿Qué porcentaje de la nueva plantilla llegará en el último día del mercado?

No es una cuestión de dinero, sino de proyecto y cómo comunicarlo. Mientras todo el mundo se mueve, el Valencia parece condenado al inmovilismo de una estructura oxidada, condenada a ir a rebufo de los demás. Cuando el Valencia se pregunta si ejercer o no la opción de compra por un jugador tan contrastado como Alderete, la zona media de LaLiga ya tiene claras cosas tan básicas como quién será el entrenador, qué piezas tendrán que vender y qué posiciones van a reforzar. Después de tres años vagando por zona de nadie, el valencianismo debería buscar una revolución en verano para mejorar el equipo como sea… pero todo apunta a que va a ser más bien al contrario. ¿Cuántos veranos así será capaz de aguantar este equipo?

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