Los aficionados a animar y el profesional a trabajar

Bordalás se fue como un señor y si alguno se esperaba que encendiera más la falla, anteponía sus intereses a la realidad

El adiós de Bordalás en rueda de prensa

El adiós de Bordalás en rueda de prensa / JM Lopez

Toni Hernández

Toni Hernández

En el entorno del Valencia hemos enloquecido todos. Y si alguien se cabrea porque diga esto, pues mira, ya lo siento, pero es que no soporto que insulten mi inteligencia, sea mucha o poca. Hemos entrado en una espiral muy peligrosa basada en contar lo que queremos que pase y no lo que pasa. Cuando las cosas ocurren y no son las deseadas, arrasamos con quien osa no decir lo que nosotros hemos dicho que tiene que decir. 

La ya famosa rueda de prensa de despedida de José Bordalás es el último ejemplo. Se calentó todo de una manera que igual alguno esperaba que el técnico alicantino apareciera con una antorcha, una lata de gasolina y un cartel amarillo mandando a Peter Lim a su casa. ¿Pero de verdad hemos llegado a un punto en el que esperábamos algo así de profesionales del fútbol? Y lo peor no es llegar a ese grado de locura, lo peor es que luego los llamamos traidores si no lo hacen. ¿Traidores? ¿A quién traiciona un tipo que vive de su trabajo y que hoy está aquí y mañana allí porque este mundo es así? ¿De verdad los medios hemos llegado al extremo de pedir una lealtad sacrificial a gente que simplemente es un profesional de lo suyo? Bordalás se fue como un señor, como debe irse cualquiera de cualquier sitio. Y si alguno esperaba que encendiera la falla más de lo que está porque eso le venía bien al relato, está claro que, o bien no sabía lo que estaba pidiendo, o bien anteponía sus intereses a la realidad. Lo dicho: contar lo que se quiere que pase y no lo que pasa. 

El sentimiento es del aficionado, que es quien sufre y se alegra al extremo. Porque es el que estaba, está y estará. Porque es al que su padre, como su abuelo hizo antes con este, le ha inculcado una manera de sentir a su equipo. Porque es del escudo y no de las personas que están de paso. O al menos así es como lo entiendo yo. La guerra contra Lim no es de Bordalás, de Gayà o de Soler; es nuestra, de nadie más, y meter en medio de todo esto a quien no procede está muy feo. Pero mucho. Llegar al nivel rastrero de jugar con la dignidad de los demás, que con el pan de otro es fácil ser valiente, porque con el tuyo ya lo harías de otra forma, a eso se le llama ser cobarde. Pero claro, como estamos en la época del buenismo y del pensamiento único, decir esto no cae pero nada bien. 

Estamos asistiendo a cosas marcianas como elevar a los altares a un cantante porque su agente, que debe ser un tipo listo, le dice que haga un guiño contra Lim en Valencia, que eso está de moda, aunque aquel igual no sepa ni de quién está hablando. Y, en la misma frase, poner a parir a Soler y Gayà porque no han hecho lo mismo, no se han despedido de Bordalás o no han encabezado manifestaciones contra el máximo accionista. Y lo mismo sucede con los ex, a los que se quiere poner en primera linea de batalla porque algunos (ellos sabrán la razón) han decidido que así tiene que ser. Claro que, esos, soluciones no ponen ni una. Lo único que hacen es dar consejos y marcar dogmas como si fueran el oráculo de algo o de alguien. Que no, que los aficionados somos los que sentimos y los profesionales los que trabajan, y ni ellos deben ejercer nuestro rol ni nosotros el suyo. 

Los medios deberíamos tener claro que el ansia no nos puede precipitar ni llevar a errores o a engaño, y que la guerra del valencianismo contra Lim es nuestra y sólo nuestra. Decimos que Meriton es una trituradora de profesionales, lo que resulta una verdad incontestable. Pero habría que ver si el entorno que existe alrededor del Valencia no lo somos igualmente, pues somos capaces de convertir a héroes en villanos en cuestión de media hora sólo porque no dicen lo que nosotros queremos que digan.

Suscríbete para seguir leyendo