Opinión

Desayuno sin diamantes

El Valencia tapa con un dedo y buenas formas un proyecto decadente que nadie acierta a explicar cómo se intentará tapar. El problema no era Anil, sigue siendo Meriton

Sean Bai en la Ciudad Deportiva de Paterna

Sean Bai en la Ciudad Deportiva de Paterna / Francisco Calabuig

Es difícil cambiar más cosas en menos tiempo para seguir pareciendo lo mismo. Cerca de cumplir su primer mes en la dirección general del Valencia, Sean Bai lo ha cambiado todo para seguir siendo lo mismo. Abrieron las redes, cerraron a Gattuso y se sentaron a hablar con la prensa. Vuelve la transparencia pero sigue el secretismo que sirve para disimular que no hay nadie al volante. Si uno quiere cambiar el Valencia de arriba a abajo, marcar de verdad esa diferencia entre lo que se empieza a conocer como «el Valencia de Anil» y una nueva era, un buen plan parece el primer paso que más adeptos puede atraer. La realidad, sin edulcorantes, sigue siendo la misma. Empieza la pretemporada en dos semanas y no sabemos por boca de los protagonistas cuánto debe vender el Valencia, quiénes son los señalados para salir y cómo va a arreglar el club una plantilla que ya es insuficiente para la exigencia histórica. Lo único que ha cambiado junto a la figura del presidente es el entrenador, al que él no eligió y que tampoco sabe con qué plantilla podrá contar la próxima temporada. Lo más relevante en casi tres semanas de reinado de Bai es el estreno del escudo que homenajea el centenario de un estadio que nunca debería haber llegado a cumplir noventa años de vida, y que se viene planificando desde tiempos donde Bai todavía estaba en la Academia.

«No importa hacia donde huyas, siempre te acabas topando contigo mismo», decía Truman Capote en su novela más celebrada, ‘Desayuno con diamantes’. El nuevo director general del club ha recuperado una normalidad del Valencia, la de la relación con el entorno, y ha mantenido todo lo demás pese a querer romper con todo lo anterior. Con buenas formas y escaso fondo, el cacareado desayuno informativo se ha quedado en un circo mediático que poco importa a una afición que, si me permiten el símil, solo quiere oír hablar del desayuno continental. De volver a pisar Europa. Nadie espera que Sean Bai cambie una gestión que ya era nefasta antes de que Meriton apareciera en la vida de todos los valencianistas. Pero esta revolución fingida tiene más de teatrillo público que de intenciones reales. Poco puede hacer el hombre fuerte de Meriton en Valencia si el verdadero hombre fuerte no se pone al servicio de la causa.

Sean intenta ganar tiempo para salir de este callejón a ninguna parte a toda costa y ahí su principal aliado es Anil Murthy. El expresidente ha dejado muertos tan grandes en el armario que este cambio de tendencia le va a comprar mucho tiempo. ¿Cuánto? Depende de usted y de mí, del umbral de paciencia de cada uno para con una gestión siempre sospechosa. De lo que cada uno de nosotros estime como beneficio de la duda para una mona vestida de seda, pero que sigue siendo mona hasta que los hechos digan lo contrario. Sean Bai es el último refugio de un máximo accionista que se niega a ser claro con los socios de su empresa más conflictiva. El problema no era Anil, el problema sigue siendo Meriton.

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