Opinión

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Cuando firmaron la compra, Peter Lim y los suyos rechazaron comprometerse a acabar el campo, aunque era una de las obligaciones en el proceso de venta. Otra de magia potagia

La presentación del último proyecto para acabar el Nou Mestalla

La presentación del último proyecto para acabar el Nou Mestalla / Francisco Calabuig

Ernesto Valverde decidió no seguir en Mestalla después de la primera charla con Amadeo Salvo. Había llegado de la mano de Braulio Vázquez, que lo convenció en un encuentro en Zaragoza tras la destitución de Mauricio Pellegrino. Volvía a LaLiga después de su periplo griego y su extraña corta estancia en el Villarreal, pero sabía lo que era el Valencia y su ciudad. Estaba tan a gusto que había decidido traer a su familia de Bilbao y tenía apalabrado los colegios de sus hijos. 

Su mano se notó mucho en los meses que estuvo. Pero en eso llegó Salvo, el campechano, y tal cual el monarca emérito lo citó en la fábrica y nada más verlo le tiró la mano por la espalda y le soltó un «¿Qué tal tío?», muy inusual en los protocolos serios del fútbol. El preparador vasco, que había padecido a los directivos del fútbol heleno, tuvo suficiente para deshacer todos los planes y volverse a San Mamés. 

La gente buena del fútbol, como Valverde, tiene una prueba del algodón que nunca engaña. El Txingurri no se equivocó al saber que el Valencia entraba en una dinámica decadente con tan solo unos minutos. Se lo han rifado dos de los tres candidatos al Athletic porque se quiera o no es uno de los mejores entrenadores y también sabe que la tranquilidad institucional de los clubes se nota en el terreno de juego.

Mientras los socios del conjunto vizcaíno tenían la opción de votar hasta tres candidatos a presidente, el valencianismo asiste a una nueva vuelta de tuerca de Meriton sobre el nuevo estadio, que es la cortina de humo para tenernos entretenidos mientras Mendes vende a los pocos jugadores buenos que quedaban. No quiero ni pensar lo que traerá el agente luso a Mestalla.

Lo he dicho muchas veces, el mejor estadio es donde juega un buen equipo. Y el Valencia fue proclamado el mejor del mundo en 2004 en Mestalla. El maldito año donde llegó Juan Soler a la presidencia y se instaló en el imaginario valencianista que había que cambiar de estadio porque existía una larga lista de espera de fervientes seguidores blanquinegros para sacarse el pase. Pregunté muchas veces por ella y nunca la vi, ni yo, ni casi ningún empleado del club.

Luego vino la mandanga que un campo nuevo sacaría de la ruina a la entidad, y que una casa nueva significaría más ingresos y no sé cuántas sandeces más. El resto es conocido y el esqueleto del nuevo estadio está para reformar. Lim y los suyos cuando firmaron la compra del Valencia rechazaron comprometerse a finalizar el campo, aunque era una de las obligaciones en el proceso de venta. Otro número de magia potagia del mismo a quien Valverde cogió la matrícula nada más conocerlo.

La última virtualidad se comenta sola, porque las imágenes simuladas son igual de irreales como los videojuegos, por mucho que nos gusten. Yo no me lo creo, lo mismo que nunca comulgué con el proyecto de Meriton, porque Lim se compró el Valencia para que Mendes tuviera un equipo nodriza. Entonces, como ahora, siempre espero, y en este caso deseo, a que los hechos me desmientan. 

En el año de centenario del Mestalla, un respeto, por lo menos.

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