Sánchez se rinde a la inflación

Matías Vallés

Matías Vallés

La inflación es la mejor oposición que se ha inventado. Fue necesario que Gabriel Rufián anunciara en el Congreso que los melones a trece euros "pueden arrasar al Gobierno y a nosotros", para que Sánchez confiese en el reflotado debate del estado de la nación que "el gran reto de España es la inflación". Se pronuncia ante un país que no ve claro que PP/Vox sea la solución, pero que tiene claro que el presidente del Gobierno es el problema.

Núñez Feijóo no aporta nada nuevo, ni siquiera en la versión chillona de Cuca Gamarra, pero Sánchez huele a viejo con cuatro accidentados años en el cargo. Por eso, a continuación de reconocer el pecado original de la inflación, la desparrama por el resto del mundo para disimularla. Lo mismo ocurrió cuando se acuñaba que "el virus es el gran reto de España", pero se diseminaba para eludir la responsabilidad. En un grado de sinceridad adicional, ha revelado que temió que la pandemia se llevara el país por delante.

Y en el declive de su intervención inicial, Sánchez ya reconocía que los precios desbocados no se corrigen en un año. Alguien deberá avisar al presidente de que no dispone de ese plazo, y de que la prestidigitación numérica de los impuestos a bancos y eléctricas que Nadia Calviño se encargará de anular, se reciben con notable escepticismo.

El discurso de Sánchez

, pero le traiciona la gestualidad. Se apoya cansado con ambos brazos sobre la tribuna, como si su cargo le pesara en exceso. No se le reconoce un solo mérito ni se le disculpa un solo fallo. Tenía la obligación de reinventarse, pero no encontró el camino, más allá de traducir a la OTAN por Europa.

Cuca Gamarra intervino con el talante de una tertuliana, en una muy correcta imitación de Eduardo Inda. La apropiación partidista del terrorismo y la programación de minutos de silencio aporta un indicio revelador sobre la futura España furiosa dePP/Vox. Máxime cuando los reproches se dirigen a un presidente que ha gobernado sin terrorismo y sin los dos referéndum de independencia que Cataluña le montó a los populares en tres años.

Proponer a gritos "la mano tendida del PP" como si contuviera una granada activada, fuerza los límites del eufemismo. Gamarra olvida o falsea la realidad al señalar que el PP "deja las cosas mejor que cuando las cogió", salvo que se refiera a la despedida de Aznar con el mayor atentado de la historia de Europa, y al adiós a Rajoy con la única moción de censura de la historia.

Si Gamarra necesita evocar las medidas que avaló Sánchez como simple diputado hace más de una década, con el jaleo que ha caracterizado su cuatrienio en Moncloa, certifica el anacronismo del PP. El líder socialista acabó nervioso y destemplado, olvidando incluso su táctica de dirigirse a la portavoz para acentuar la cara de Rajoy que se le está poniendo a Núñez Feijóo.