Opinión

Capitán Gayà

Es la referencia de este Valencia en crisis. Recoge el testigo de mitos como Puchades, Claramunt, Arias, Saura...

Gayà y Castillejo, durante un entrenamiento

Gayà y Castillejo, durante un entrenamiento / Francisco Calabuig

En tiempos convulsos siempre hay que buscar palos a la bandera. A un mes del arranque de la próxima campaña, levanto la vista del numeroso grupo de la plantilla y me gusta ver al capitán entrenando. José Luis Gayà es la referencia de este Valencia en crisis. Recoge el testigo de mitos como Puchades, Claramunt, Arias, Saura, Fernando, Albelda y Vicente. Todos criados en el pueblo de Mestalla que supieron lo que significaba jugar en el equipo de su gente.

Claro que Waldo, Kempes, El Piojo, Ayala, Cañizares, Baraja y Villa, y muchos otros, están en el santuario blanquinegro, porque fueron jugadores de una época donde todavía se mezclaban con la sociedad que los adoraba. Era frecuente verlos entre peñistas, en algún restaurante e incluso en actos de acento valencianista.

Eso se acabó, pero aquellos históricos referentes, donde ahora se incorpora Gayà por méritos propios, saben mejor que nadie cómo piensa y vive la afición del VCF. Su familia, sus amigos, sus conocidos y vecinos son el termómetro que les indica la temperatura real del entorno. Los jugadores del fútbol moderno han perdido ese contacto terapéutico con la calle. Del garaje de su chalet al aparcamiento privado de Paterna, ida y vuelta. Y los días de partido en autobús a Mestalla y luego del campo a casa.

Los entrenadores retrasaron esa conducta, pero ahora también hacen lo mismo. Siempre hubo un restaurante donde el técnico y su equipo frecuentaban más que otros. A los preparadores más jóvenes incluso era habitual encontrártelos en algún local de moda por la noche tras los partidos. Sin embargo, ahora todos son más de salones reservados y fiestas privadas. Como si huyeran del aficionado que da sentido al fútbol.

Por eso hoy reivindico al capitán de Pedreguer. Un futbolista que tuvo que hacer miles de quilómetros cada año para entrenar en la Academia, y que cuando debutó en el primer equipo fue el día más feliz de su vida. Nadie sabe que pasará mañana, y en este Valencia inestable, menos, pero me gustaría verlo el domingo 14 de agosto con el brazalete en el primer partido del curso ante el Girona.

Si es así lo celebraré, pero además supondrá que se ha establecido un cierto criterio para armar una escuadra competitiva. Que tal como viene el otoño futbolístico en general y el nuestro en particular, parece que no ganaremos para disgustos. «Gracias al Valencia soy el jugador que soy y gracias al hecho de poder estar aquí he tenido la suerte de jugar una Euro. A lo mejor, si me hubiera ido a otro equipo, no se sabe lo que habría pasado», declaró hace poco, y añadió: «soy agradecido, siempre lo he dicho y voy a intentar seguir creciendo». Esa es la actitud que Gayà debe inculcar al resto de sus compañeros.

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