El Trofeu Taronja estuvo cargado de emoción, de memoria y de simbolismo desde el primer minuto hasta el último. Mientras Mestalla se despedía con afecto y sinceridad de su amado Roberto Gil, capitán eterno y símbolo de muchas décadas de valencianismo y que tantas tardes de gloria ha ofrecido a la afición blanquinegra. Los dos capitanes actuales se reencontraban con su casa y enfundados en la Senyera asistían a esta explosión de cariño. Minutos más tarde fueron ellos los que lo recibieron y estoy seguro que a ambos les encantaría poder inscribir sus nombres en la eternidad, ser más que los capitanes de una época concreta para entrar en la lista de símbolos intemporales. Por nivel futbolístico y sentimiento de pertenencia lo pueden ser y ojalá se puedan dar las condiciones necesarias para que lo logren. José Luis Gayà y Carlos Soler se lo merecen y el valencianismo no puede estar mejor representado que con ellos.
