Superdeporte

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Joan Carles Martí

El hijo de Lim

Todo indica que la segunda etapa de Layhoon será otra vez breve y que se dedicará a un curso acelerado de pirotecnia

Kiat Lim, hijo de Peter Lim. Kiat Lim, hijo de Peter Lim.

El mes pasado me paró un turista estadounidense enfrente de la plaza de toros y me preguntó en inglés si el coso de la calle Xàtiva era el estadio del Valencia. Quizás el gentío que entraba a ver a Morante, Román y Roca Rey le confundió, pese a que los carteles que colgaban en las puertas de entrada dejaban pocas dudas. A veces, hay que distanciarse para ver la perspectiva, pero admito que nunca me hubiera pasado por la cabeza que alguien de este mundo, por muy ignorante que fuera futbolísticamente hablando, confundiera el monumento taurino con un estadio de fútbol.

Aparte de la triste realidad del turismo ‘low cost’ que pasea por el centro, intuyo que estamos perdiendo a la carrera aquel papel prioritario que ha tenido el Valencia como máximo embajador valenciano. Una crisis que se ha acentuado desde la llegada de Peter Lim a Mestalla con su insustancial gestión. Los equipos son admirados por sus jugadores y sus victorias, y hace tiempo que resulta difícil encontrar un nombre mayoritario en las camisetas de los valencianistas, un principio de la galopante desafección. Por el contrario, crece una terapéutica nostalgia, que siempre es el peor remedio para afrontar el presente.

Hay otra regla de oro que se ha saltado Lim en el Valencia. La de que segundas partes nunca fueron buenas en fútbol. No veo a ninguno de los anteriores presidentes blanquinegros accediendo de nuevo al cargo, por muchos que algunos todavía mareen, pero es que además Layhoon Chan fue la que más jugó al engaño en el irregular proceso de venta. Por no recordar su patético discurso en aquella comida de las peñas sobre que nunca vendería a Paco Alcácer cuando estaba hecho. Por cierto, la directiva de la agrupación de peñas está tan fuera de juego que ha perdido la credibilidad y ha dejado de ser profeta en Mestalla, una pena propia.

Tal como están las cosas, más allá de los fuegos de artificios acostumbrados por Meriton, hay que analizar con profundidad el último movimiento de Lim. Todo indica que la segunda etapa de Chan será otra vez breve y que se va a dedicar a dar un curso acelerado de pirotecnia al hijo del dueño. En los negocios eso se llama una pirula para retrasar el ocaso, algo que se refleja a la perfección en la serie Succession (HBO) donde se evidencia que los hijos son los peores herederos de la fortuna de los padres.

No hace falta historias norteamericanas, ni disputas de sagas asiáticas. Aquí sabemos desde hace años que el empresariado autóctono se autodestruye en tres generaciones: el padre levanta el negocio, el hijo lo disfruta y el nieto lo despilfarra. Así que tenemos la lección aprendida, en general, y Mestalla en particular. La última vez que un padre se compró el Valencia y dejó a su hijo al frente fue Bautista Soler. Por cierto, Juan Soler también empezó de vicepresidente en julio, asegurando que Jaume Ortí sería su presidente durante toda la temporada. Se lo cargó en dos meses.La copia siempre es peor que el original, en los toros y en el fútbol.

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