Afortunadamente la Fórmula 1 no es como el boxeo. Si lo fuera, el juez marcaría ya mismo el final del combate por KO técnico y nos quedaríamos sin ver las siete carreras que nos restan del mundial 2022. Y es que Verstappen con su décima victoria de esta temporada volvió a humillar a sus rivales en la pista de Zanvoort. En casa, al holandés le importaron poco los “virtual” y “safety cars”: tenía la velocidad y el empuje para recordar una semana más a todos que ya va haciendo el hueco en la vitrina para su segundo título mundial.

Y otra vez más Ferrari dejó claro que no merece este año el título. Leclerc acabó tercero, por los pelos, y Carlos Sainz fue víctima –de nuevo– de una desastrosa parada en boxes. Llegar a tu cambio de ruedas y ver que de los cuatro neumáticos solo te esperan tres, es para desesperarse. He tenido visitas al McAuto más rápidas que ese infame “pit stop”. Y para echar más sal en la herida, la segunda parada de Carlos vino con la sanción asociada de un “unsafe release”. El pobre Sainz debe morderse la lengua, especialmente sabiendo que la próxima carrera es en Monza. Otros, como el excampeón Nico Rosberg, dicen abiertamente que ya es hora de hacer cambios de personal en Ferrari.

La única oposición medianamente seria a Verstappen fue la Mercedes, que sigue despertando. En la clasificación del sábado fueron víctimas de una bandera amarilla que les retrasó en la parrilla, pero en carrera volvieron a ser los únicos que se codearon con Max. En el equipo de la estrella hubo, a pesar de lograr la segunda plaza, un cierto aire de descontento. Durante la fase final de la carrera, con la salida del coche de seguridad y con sus dos monoplazas detrás de Verstappen debían decidir: un coche debía entrar a por gomas frescas y convertirse el perseguidor de Max y el otro debía quedarse en pista para hacerle tapón al holandés. Decidieron tarde y fue Russell el encargado de cazar y Hamilton el de tapar ¡Qué error! Lewis, que sucumbió impotente ante el Red Bull en la resalida, hubiera sido el perfecto perseguidor, como lo era Froilán González con su Ferrari en los años 50. Mercedes lo intentó, pero no con su mejor arma; normal que en la vuelta de honor pidieran a Hamilton que discutieran la estrategia a puerta cerrada. Lewis se quedó sin opción a la pelea final y además se tragó el sapo.