Opinión

Una sede sin estadio

Bienvenido sea el Mundial para agitar el árbol, pero la cuestión sigue siendo el dinero antes que los espectadores

Una imagen del proyecto del Nou Mestalla presentado por el club

Una imagen del proyecto del Nou Mestalla presentado por el club / VCF

Los 15 años desde que se puso la primera piedra no han sido suficientes para acabar el Nou Mestalla, que lleva la friolera de 13 parado y aun así tiene de margen hasta uno antes del Mundial de 2030 para convertirse en sede y optar a un partido de semifinales o cuartos.

Que el margen sea tan amplio es una suerte para la candidatura sin estadio que documentalmente se oficializa este viernes. Un proyecto en el que de la mano de las instituciones y la federación territorial de fútbol que preside Salva Gomar, alguien que cada vez se corta menos en postularse para el Valencia CF y que es clave en la defensa del Powerpoint, la ciudad se presenta con un campo en el que sobran hierbas y faltan gradas.

Política y económicamente todo sigue tan embarrado que el anuncio de la candidatura va a coincidir en el tiempo con noticias desde el Ayuntamiento y el Consell. Por un lado, y a expensas de la luz verde del pleno municipal, el Convenio que sustituya a la ATE se hace de rogar. Y por el otro, la negativa de Política Territorial al último recurso por la caducidad sobre el maná urbanístico hace que vuelva a asomar (siempre ha estado ahí) la sombra de la vía judicial. Lo que viene siendo aquel «¡pum, Germán Cabrera!» del que Layhoon no ha llegado a desmarcarse.

Aforo y dinero

Bienvenido sea como excusa, pero el esqueleto de la Avenida de las Cortes exige una solución con independencia del Mundial. Y una fórmula también con la que se agilicen los plazos, algo por cierto que está por ver cómo es de legal en lo que respecta al otorgamiento de las nuevas licencias. En este sentido, la presión y el marcaje al hombre de Zorío, algo más que un azote para Lim, sigue siendo a todo campo y además con una base legal trabajada.

Aunque el debate se haya desviado a los espectadores netos, la solución a los problemas no pasa por el aforo sino por el dinero necesario para terminar una obra en la que difícilmente cuadrarán los números por debajo de los 150 millones. El tiempo pasa y cada vez es más inexplicable que Lim no adelante de su bolsillo una garantía por lo que falta. Sería bueno hasta para sus propios intereses. Pero no. Nada. 

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