El ‘jogo bonito’ de España

Una imagen del último entrenamiento de España antes de medirse a Alemania

Una imagen del último entrenamiento de España antes de medirse a Alemania / JuanJo Martín

Juan de Dios Crespo

Juan de Dios Crespo

Tocó el final de la semana en Qatar. Ahora, a disfrutar, o sufrir, desde casa, a no ser que España llegue a la final. Toquemos madera. Los otros dos campeones sudamericanos, Uruguay y Brasil, fueron mi última ración de fútbol en el emirato y, la verdad sea dicha, me voy con un sabor de boca extraño.

Para los uruguayos, salvo dos o tres jóvenes con talento y fuerza, hermanos y amigos míos, no les vi la energía necesaria para poder continuar con éxito y, ojalá me equivoque, pero es una generación que acaba y otra que empieza y que aún no ha conseguida el amalgama potente para competir con posibilidades. Los coreanos, con Son a la cabeza, fueron una pesadilla, aunque las dos mejores ocasiones fueron de los charrúas, con la madera de Godín y de Valverde impidiendo el gol.

A pesar de ello, no merecieron ganar y el empate, por juego de una parte y ocasiones de otra, fue justo, si se quiere. El grupo está complicado y eso es lo interesante. En cuanto a la canarinha, mucho jogo bonito, mucho intento individual, lo contrario de España, que juega en equipo, pero la calidad de todos sus futbolistas está de sobra demostrada y te hacen un Richarlison cuando quieren. Ese gol del delantero brasileño es y será, sin duda, de lo mejor del mundial.

Sin embargo, no les aprecié mejor que España, ojo que solo hemos ganado, y muy bien, un partido, pero las sensaciones son excelentes. Si no nos topamos antes, quizá sea la final soñada. Lo que sí me pareció más que extraño fue que, con una mayoría absoluta de aficionados de Brasil, no hubiera más jolgorio en las gradas, como si estuvieran cansados o con pocas ganas, o quizá sabiendo que Serbia iba a caer tarde o temprano.

Pero, para quién ha visto sus fanáticos apoyar, quedó muy desangelado y más aún cuando, faltando quince minutos, las gradas altas, llenas de camisetas amarillas, se despoblaron de golpe. Ahí me vino a la mente las imágenes de un día antes del Mundial, cuando a todos nos pareció que los aficionados que cantaban y juergueaban en las calles de Doha no parecían muy de los países que decían representar.

Y, por ello, me dio la impresión que los muchos amarillos eran, quizá, trabajadores del emirato a los que les habían regalado la entrada y que, por amor al juego brasileño, se habían enfundado su casaca. No sé, solo fue un furtivo detalle que pasó por mi cabeza… A esperar ahora que España juegue con Alemania y, si ganamos, mandaríamos a los teutones a casa, lo que sería un enemigo menos, por lo que la del domingo es una mini-final. 

Ya no estoy en Doha, pero no he cambiado mi opinión, si bien ya estuve en otras tres ocasiones en el Emirato, con ocasión de dar clases en la misma Universidad donde se aloja el equipo español. Hay mucho lujo, pero no hay alegría, o no me lo parece a mí, mediterráneo como soy, y así lo compartían amigos italianos (que había, y muchos, a pesar de que su país no está en el mundial), franceses y sudamericanos. 

Para acabar, una nota de optimismo, porque, como dijo Josep Borrell, el mundial ha conseguido que Qatar sea el único país del golfo pérsico que ha cambiado varias leyes laborales, mejorando las condiciones de los trabajadores. Si eso lo hace el fútbol, bienvenido sea, donde tenga que jugarse. Ahora disfrutemos y ojalá tenga que volver para la final…

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