La extraña familia Lim

Pueden poner la mejor de las caras, pero sus éxitos o fracasos van ligados a los triunfos

Kiat Lim, durante la Junta de Accionistas

Kiat Lim, durante la Junta de Accionistas / VCF

Joan Carles Martí

Joan Carles Martí

Ocho años después de la llegada de Peter Lim, el Valencia está peor. Es un dato objetivo, tanto en el ámbito deportivo como institucional. Un argumento que no esconden incluso los cuatro gatos que todavía alientan a Meriton. Por eso Layhoon Chan recurre a los mismos charlatanes de entonces, los que aspiran a vivir del Valencia a toda costa sin importarles lo más mínimo la opinión de la mayoría. Aunque saben que la presidenta ha vuelto con la intención de vender lo que compraron en las rebajas de Salvo y Aurelio, y están a la espera de la morralla.

El fútbol lo aguanta todo menos los malos resultados. Por eso pueden volver a grabar a Kiat Lim, casi con el mismo formato que lo hicieron con su padre, mil veces más para decir las mismas vaguedades, pero seguimos sin saber cuál es la intención última de la empresa familiar de Singapur, o si van a invertir más dinero en jugadores en el mercado de invierno, o si por fin van a mover un ladrillo del ‘viejo-nuevo’ Mestalla.

En circunstancias normales, el partido del Centenario de Mestalla de anoche hubiera sido una auténtica fiesta con el estadio viviendo uno de sus días históricos, pero como siguen sin entender nada, el valencianismo militante -el abonado- le dio la espalda, y el club se vio en la tesitura de regalar entradas por doquier, algo que nunca ha pasado hasta la llegada de Meriton. Y la ocasión era muy oportuna para rendir el merecido homenaje a esa mágica casa que ha visto pasar cuatro generaciones de valencianistas.

Pero la cosa está tan malamente que las conversaciones y los chats no eran para quedar ayer para sumarse a la fiesta, la mayoría discute estos días que si Messi o Mbappé, que si Argentina o Francia. Al respecto, ya lo dejé claro la semana pasada. Pero además de las razones actuales, hay una más personal. El primer Mundial que recuerdo como si fuera hoy es el de Argentina 1978, donde Mario Alberto Kempes se proclamó campeón del mundo, y por extensión el Valencia, donde era nuestro ídolo. Aquello unió para siempre el pueblo de Mestalla con Argentina. Además de Kempes, Adorno, Ciraolo, ‘Kily’ González, Ayala, Pellegrino, Aimar, ‘Piojo’ López, Otamendi o Garay forman parte de una eterna relación de amor con el fútbol argentino, la mayoría de las veces correspondida.

Y en este punto siempre olvidamos a Héctor Cúper, el entrenador que llevó al Valencia a dos finales de Champions, y que nadie recuerda por cuestiones obvias, pero si la fortuna hubiera sido justa, hoy tendría un monumento al lado de Mestalla. El fútbol también es así de ingrato, por eso los Lim pueden poner la mejor de las caras ahora, pero su éxito o fracaso va ligado a los triunfos deportivos, y para ello no necesitan orondos asesores de imagen o agentes deportivos tóxicos, simplemente sentido común, el que falta desde que llegaron.

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