¡Otra de amaños!

Una pesadilla que se cuela en los sueños de jugadores y aficionados

¡Otra de amaños!

¡Otra de amaños! / David Borrat

Juan de Dios Crespo

Juan de Dios Crespo

Parece que estemos pidiendo una tapa al camarero, pero no es un nuevo producto gastronómico, sino la bien conocida pesadilla que se cuela en los sueños de cualquier futbolista o de los aficionados, porque existe y no podemos negar su presencia, bien a nuestro pesar y a la querencia de que desapareciera.

Pues no lo ha hecho, si bien hacía tiempo que no habíamos oído hablar de intentos, quizá porque no hubo denuncia, como aquí sí la hubo. Se trata de un campeonato brasileño, la Copinha (la Copita), que juegan equipos de juveniles y que tiene un gran predicamento en aquel país.

Se ha sabido, por la valiente postura de los jóvenes que fueron atraídos a amañar un partido, que denunciaron a la federación de Sao Paulo los intentos de unos individuos de modificar algo de los encuentros. Se trata de los equipos llamados Zumbi y Reial Ariquemes, del interior de Brasil.

Varios jugadores de ambas escuadras tuvieron reuniones con personajes que les pedían no perder o ganar un partido, sino simplemente un número determinado de saques de esquina en un determinado encuentro. Visto así, parecería una inocentada, o algo muy pueril: ¡córners! Pero si eso no es nada, pensarán ustedes, aunque sí lo es, porque se trata de apostar por eso.

Como los británicos, que apuestan a todo, como a cuántos años va a reinar Carlos III, por la edad que tiene al subirse al trono de su madre Isabel, en el fútbol se apuesta también a cualquier cosa que parece infantil. Porque no es lo mismo que se apueste a un penalti, que hay que provocar, que a un córner… Sin embargo, el fondo es idéntico, ya que se trata de manipular algo, no siendo natural porque es intencionado el número de saques de esquina.

Podrán decir que bien poco se puede ganar con eso, pero si existe esa apuesta es que hay dinero que ganar. Obviamente para los apostadores que ganen, pero sobre todo a quienes han diseñado la estrategia de la apuesta. Que sean córners, número de faltas o de tarjetas, todo tiene un sentido finalista: saber qué va a pasar de antemano.

Y eso, el saber el resultado de algo, sea el marcador final (lo más complicado obviamente) o esos lances episódicos de un partido, da una clara ventaja al fixer, nombre que se le da en inglés a quien «fija» o «controla» un resultado. Recuerdo a un exmiembro de la mafia de Nueva York, arrepentido tras años de «fijar» resultados, que comentaba, entre otras cosas poco agradables, que se le pedía a un jugador de baloncesto del College o de la Universidad que marcara menos puntos que los que acostumbraba. Y decía que era complicado porque a un deportista le costaba «jugar mal o por debajo de sus posibilidades».

No se ha inventado hoy, como vemos, porque ese miembro de una de las cinco grandes familias de la Gran Manzana lo hizo durante los últimos años del siglo pasado y la década inicial de éste. Y, recordaba en un vídeo que pongo en alguna clase, que hay que acercarse a los más jóvenes y deslumbrarlos, con dinero y otras cosas.

Aquí, afortunadamente, los 530 euros por jugador que se ofrecían o no fueron suficientes o, si creemos en la bondad humana al máximo, la honradez de los juveniles brasileños pudo con la gula de los amañadores. La policía de Sao Paulo, advertida del hecho, puso a buen recaudo a los infiltrados de nuestro deporte.

En estos (ya) muchos años de ejercicio en este mundo del derecho deportivo, he tenido ocasión de escuchar muchas historias y, recordaba al elegir este tema para el artículo, que a principios de siglo, me vino un jugador a preguntarme si eso de apostar por el número de saques de esquina podía ser irregular. 

Así que sí, ya existía hace dos décadas esa idea del amaño en el número de saques de esquina y recuerdo que le contesté que, si empezaba por eso, podría seguir por una falta, luego un penalti y, quien sabe qué más. Era un futbolista de tercera división que tuvo, al menos, la buena cabeza de preguntarme, antes de aceptar ese trabajito.

Ese futbolista y los jóvenes brasileños fueron honestos, pero, desgraciadamente, no todo puede ser así y mucho me temo que solo apreciamos y nos descubren la punta del iceberg… Hace falta seminarios de concienciación de esta lacra, explicando que lo pequeño, esos córners, también son amaños, aunque parezcan más pequeñas travesuras. 

En fin, que tengamos ojo avizor y expliquemos a todos los jugadores de cualquier edad que esa vía no es la que hay que tomar. Mientras, recomiendo la novela de Martín Casariego, ‘Demasiado no es suficiente’, una sórdida historia que continúa con las andanzas del extraño Max Lomas. Que la disfruten y cúbranse, que el frío aprieta.

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