La metaliga

Nada se ha comentado, faltaría más, de los equipos fundadores que, según el criterio inicial de la Superliga, serían intocables

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La metaliga / SD

Juan de Dios Crespo

Juan de Dios Crespo

Cuando leí, hace apenas unos días, que nuestra querida Superliga volvía a aparecer, tras el varapalo del Abogado General del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, y a falta de la sentencia de éste último, me dio la impresión de estar en lo que ahora está de moda, el Metaverso.

Y es que la nueva «oferta» de quienes mandan en la Superliga, que parece ya son los clubes restantes, pero que tienen a una empresa que está lanzando las ideas, como la última que es la de tener ya no los doce iniciales más algún invitado, sino hasta ¡ochenta clubes!, lo que ya da la impresión de ser una competición federativa.

Se dice que serían cuatro divisiones y se sobreentiende que estos ochenta clubes podrían descender o subir de categoría, pero nada se ha comentado, faltaría más, de los equipos fundadores que, según el criterio inicial de la Superliga, serían intocables y no deberían sino mantenerse en la primera división. Esto, claro está, va contra los principios deportivos de obtener una categoría por los resultados que uno ha logrado.

Veo mal que uno de los iniciadores quede en los últimos puestos y acepte de buen grado bajar a segunda, con la consiguiente merma económica que supondría, cuando el objetivo es, justamente, el obtener mayor rendimiento dinerario. No cuadra el círculo. Y, esto es lo que parece un Metaverso, una vida diferente, ajena al mundo real, ese mundo real que ha dado un golpetazo a los sueños de los superligueros.

Ya en 1992, el escritor de ciencia ficción Neal Stephenson, en su novela ‘Snow Crash’, describió la historia de una mundo paralelo, donde la gente vivía una «segunda vida» para olvidar el sufrimiento de la real. Lo llamó Metaverso y eso es lo que me da a entender que quieren esos clubes, que querían una vida aparte de la UEFA y (casi) de las ligas nacionales y sus constreñimientos económicos y su fair play absurdo, que les quitaba la libertad para cobrar lo que quisieran, sin los molestos modestos y sin ataduras reglamentarias.

Eso, que no les funcionó, quizá les vaya bien con las cuatros nuevas divisiones, pero me da la impresión de que es otro Metaverso creado, un paraíso artificial, como el descrito por Charles Baudelaire, un ensueño que es una irrealidad para no padecer las estrecheces de lo real. Lo virtual está de moda y, aunque lo que describo es una broma por mi parte, me da esa sensación de que, íntimamente, lo piensan… Ya varios organismos, como la ECA (asociación de clubes europeos) o la asociación de ligas mundiales ha puesto, ni tan siquiera un veto, porque ven la debilidad del proyecto superliguero, sino un alto en el camino. El débil, ahora la Superliga, está por la labor de encontrar caminos de encuentro, los que negó al inicio, con la soberbia del poderoso, pero los que parecían débiles, amparados (de momento) por la justicia europea, se han crecido y no dan ni pan al hambriento de patrocinadores excelsos, de ganancias múltiples y de oro, mirra e incienso…

Me temo que la oferta a la baja, aunque a la alza en cuanto a número de clubes invitados, está siendo despreciada, como todas las que se hacen a última hora, cuando las fuerzas ya están desequilibradas. Veremos si un buen samaritano, ¿la UEFA?, tiende una mano al menesteroso y acoge al hijo pródigo de nuevo en su seno, dándole algo de lo que pide. No será, obviamente, esa competición con cuatro categorías, pero quizá algo más de dinerito, con el que aguantar la desazón unos cuantos años más.

Y eso es, un toma y daca constante entre quienes, cuales pajaritos, pían para que se les sirva más comida o amenazan con marcharse del nido y los progenitores y organizadores del cotarro, que han olido debilidad y que van, creo, ser magnánimos aunque con mano firme. Cuando uno creía que se acababa ese cuento, los hermanos Grimm de la Superliga han ideado otro, para que podamos seguir leyéndolo, pero la escritura no es ya la misma, segura y fuerte.

Un club de la Superliga tuvo ya la idea (que uno de sus dirigentes me comentó hace más de dos años) de hacer dos divisiones y me preguntó lo que pensaba. Le respondí (me reservo ésta) y, ahora, esa fase de dos se multiplica y se nos presentan las cuatro divisiones. ¿Y por qué no seis o siete? En fin, que la cosa no pinta muy bien para ellos y, salvo un cambio radical que pudiera dar el Tribunal de Justicia de la Unión Europea en unos meses, es un camino sin salida.

En fin, que el frío se ha instalado en nuestras tierras, con nieve incluida, lo que hace que estemos todos (al menos yo) embutidos en protecciones y capas varias. Para hacer más llevadero ese invierno, ese Mister Winter que cantaba Gilbert Bécaud, recomiendo la lectura de la última novela de Claudia Piñeiro, ‘El tiempo de las moscas’, dura pero necesaria. Abríguense y disfruten de la misma, que la primavera ya está al caer.

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