Partidos simultáneos

El sábado lloramos todos al acabar el encuentro, quizá más de rabia que de súbita satisfacción

Hugo Duro y Samu Lino se abrazan

Hugo Duro y Samu Lino se abrazan / JM López

Sergio Arlandis

Sergio Arlandis

La cosa pasa por volver a tener sensaciones positivas el domingo y que esto se pueda traducir en confianza a la hora de plantarse sobre el césped y tocar la pelota. La cosa pasa, también, por hacer que cuerpo y mente comiencen a unificar criterios de rendimiento y esfuerzo y no se pasen factura el uno a la otra, dejando cadáveres por el camino. Todo se canaliza por esta recuperación, que llegará de la mano de los resultados medianamente aceptables que logre sacar el Valencia CF de Baraja (y Marchena), de cómo se vea en la defensa del balón parado y en los argumentos, casi emocionales, de esfuerzo durante la semana. Y no es fácil.

El domingo, contra el Barcelona, habrá muchos partidos en juego a la vez, en un mismo estadio: el Barcelona contra sus fantasmas; el Valencia contra sus demonios; el Barcelona contra el Valencia en liga; el Valencia contra el Barcelona contra natura a su estatus histórico, pues juega por no descender; el Barcelona contra la opinión pública por el caso Negreira (no sé si hay caso o se sigue mirando a otro lado); el Valencia contra la tiranía de su opresor / dueño / máximo accionista Peter Lim, quien dicen que ya está grabando la quinta temporada de Los Vengadores, aunque no sabemos con qué papel, etc. ¿Cuántos de esos partidos simultáneos logrará ganar el Valencia CF?

Todo tendrá un toque emocional importante, porque el equipo culé nos recibe con más dudas que nunca, pero con la convicción de que los partidos los gana a base de madurarlos y dejar que la fruta caiga sola, al amparo de una buena defensa. Y el Valencia, cuyo plantel dista mucho del de los blaugrana, se aferra a su viejo lema de bronco para plantar cara al líder, en su propia casa, con el convencimiento de que un empate a cero es viable y a lo mejor hasta suena la flauta y una contra, a golpe de velocidad, cuaja.

Al Barcelona se le atragantan los equipos que presionan en bloque medio y cierra la subida de sus laterales con una doble cobertura zonal: cuando el rival no deja espacios a su espalda intentan romper líneas a base de individualidades por dentro, hasta que consiguen perforar esos espacios exteriores, arrastrando hacia el centro a quienes ayudan, desde el mediocampo, a la presión en banda. Lo hace con De Jong, Gavi y Pedri, quienes van rompiendo las redes de presión rivales, con movilidad, profundidad y apoyo constante. Dos de ellos no estarán, pero parece que Sergi Roberto y Pablo Torre podrían encargarse de ello, ya que Busquets sigue siendo el guardián de la cueva.

Baraja, observando a los jugadores mientras hacen carrera en Paterna

Baraja, observando a los jugadores mientras hacen carrera en Paterna

Tampoco estará Lewandowski, que pivota en esos apoyos y fija los centrales rivales y vuelve a crear superioridad en posesión, creando un espacio en el lado contrario, al exigir a la defensa en bloque a bascular hacia su demarcación. Por ahí suele entrar, luego, Jordi Alba, por ejemplo. Esto tampoco lo tendrá y, en su posición, se aventura la titularidad de Ferran Torres, que no pivota, pero que sabe generarse espacios a base de desmarques en diagonal.

¿Podrá Baraja contrarrestar esta maquinaria culé?

¿Tiene más argumentos ahora que hace quince días? Tiene la misma plantilla, pero con más bajas. Tiene a los mismos que estaban hundidos, pero con un poco más de gasolina en su depósito y con un equilibro emocional más asentado, una vez saltaron las lágrimas, pero de alegría esta vez. Tiene el convencimiento de que se puede ganar a cualquiera, y es eso: un convencimiento, pues sobre el papel lo normal es perder contra el Barcelona y más este año, pero ¿Y si no? Morder, sacar rendimiento a alguna contra, ser contundente en el balón parado (ataque y defensa), no amedrentarse nunca y no acomplejarse frente al ambiente: estas son las claves por las que pasa una milagrosa victoria en el estadio culé. Bueno, eso y… suerte.

El pasado sábado lloramos todos al acabar el encuentro, quizá más de rabia que de súbita satisfacción. Y estoy convencido de que Baraja está trabajando la transformación de esa rabia en intensidad y en amor propio, por encima de la calidad futbolística que se les presupone a cada cual.

Lo cierto es que no me apetece nada hacerle un favor al Real Madrid, pero mientras se aclara lo de los posibles favorcillos (¡ya ves tú, qué sorpresa!) a los grandes desde los pasillos, a ver si le hincamos el diente esta vez al Barcelona, porque lo necesitamos y así ponemos la liga patas arriba y que ya, luego, se maten entre ellos, mientras nosotros vamos rascando el borde del agujero para agarrarnos bien y salir. Ya tenemos aliciente, aunque más bonito sería vernos completamente salvados, conseguir que Lim, de una vez, se vaya y pague por lo que nos sigue haciendo y se llevase a su gente y todas esas cosas que no están prohibidas para ser soñadas: el Valencia CF necesita ganar este partido y los otros muchos que juega al mismo tiempo que este. Esa es demasiada carga, sí, pero tenemos muchos más rivales que aquellos a quienes nos enfrentamos sobre el césped: el equipo que lo dé todo cuando ruede el balón, porque la afición ya está jugando su partido y se está dejando el alma.

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