Butifarra de chorizo

Si como dijo Solís «se trabaja de otra manera para hacer llegar las quejas», algo está volviéndose a hacer muy mal

Joan Laporta junto a Javier Solís en el palco del Camp Nou

Joan Laporta junto a Javier Solís en el palco del Camp Nou / EFE

Rafa Marín

Rafa Marín

Vale que el Valencia CF no está en peligro de descenso solo por su culpa. Pero los árbitros le están apretando la soga todavía más al cuello. Y con escándalos tan escandalosos y malolientes como el de Negreira no está el panorama como para caerse de un guindo. Demasiada bruma alrededor de los colegiados y sus comandos en el VAR como para descartar que la denuncia por la Supercopa no tenga nada que ver. La semana del bochornoso manifiesto y las excusas de su actual jefe, Alberola Rojas confirmó que la justicia en el fútbol español brilla por su ausencia. No solo pitó córner de la nada después de haber hecho el ademán de irse al punto de penalti, como si con la merecida expulsión a Araujo hubiese habido suficiente. Es que, además, lo de un sospechoso habitual como Jaime Latre no hubo por dónde cogerlo. Con prisa por poner el balón en juego, la patada de Kessié a Fran Pérez ni siquiera llegó a revisarse. Definitivamente, la tecnología ha llegado para convertirse en un engendro absoluto. ¡En qué mala hora!

Silencio

Que te roben en la cara un penalti contra el Barça o el Real Madrid no tiene nada de nuevo. Es lo de siempre, con la diferencia de que el Valencia ha vuelto a acabar la jornada en penúltimo lugar y cada punto es oro para evitar el descenso. Los de Baraja siguen mejorando pero más allá de sus virtudes y defectos lo que necesitan es sumar. Y no se trata de aprovechar la coyuntura para atizarle también a Lim por esto. Pero el club continúa sin hacerlo bien. Así como para otros temas falta tiempo, ni comunicado ni denuncia. Solo Corona levantando lo justo la voz y poco más. Si como dijo Solís «se trabaja de otras maneras para hacer llegar las quejas», hay algo que no está funcionando. Por mucho que Tebas respalde por interés al máximo accionista, el peso específico del Valencia se ha vuelto nulo. Consecuencia directa de lo desniveladas que están las cosas en un club donde el fútbol no es la prioridad. Así va todo. Otra semana de congoja a la espera de Osasuna con la sensación de estar indefensos. Se recrudece la pesadilla y frente a esa realidad la única solución es no estar dormidos.

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