Experimentos

Si todos aplauden, aplaudiremos. No seremos nosotros los tontos del pueblo

Joshua Kimmich, frente al PSG

Joshua Kimmich, frente al PSG / Europa Press

Enrique Ballester

Enrique Ballester

Lo de jugar con el portero en el área pequeña está adquiriendo tintes de experimento social de masas. Quizá lo sea. Quizá se pusieran un día de acuerdo jugadores y entrenadores de todo el planeta para gastarnos una broma al resto. La gran broma del fútbol moderno. Se sentaron todos en un congreso, hicieron tormenta de ideas y concluyeron: «Vamos a repetir esta tontería una y otra vez a ver cuánto aguantan los aficionados, a ver cuántas pérdidas toleran, a ver cuántos goles regalados son capaces de digerir antes de sacar del armario las antorchas y las bayonetas». Todos votaron a favor, algunos se abrazaron y muchos aplaudieron. La gran broma del fútbol moderno.

Yo, que vengo de la música indie, sé muy bien cómo funciona esto. Lo he sufrido en mis propios huesos. De repente los expertos empiezan a hablar de un grupo cualquiera, regándolo de alabanzas, y se genera alrededor una ola a la que todo el mundo quiere subirse como sea. Se suben los semi expertos, se suben los festivales, se suben los que mandan y se sube hasta tu primo el que antes era maquineto. Nos subimos todos porque no hacerlo te deja en una posición delicada. Si no te gusta eso que tanto gusta a los demás, es porque te falta criterio, y no sabes apreciarlo ni entenderlo. No sabes nada, así que fingiremos. Si todos están a la altura de la explosión del talento, no vamos a ser menos. Si todos aplauden, aplaudiremos. No seremos nosotros los tontos del pueblo. Exactamente eso está pasando con lo de salir dando pasecitos, regateando delanteros y tirando paredes en el área con el portero.

Mi teoría es que un día, quizá en un par de décadas, pase la moda y nos preguntemos qué estábamos pensando, cómo podía ser que nos pareciera normal todo eso de disfrazar a Courtois y a De Gea de Guti y De la Peña; del mismo modo perturbador con el que ahora escuchamos los discos de Amistades Peligrosas, repasamos nuestras fotos con pantalones piratas o vemos algunas escenas de las películas de Pajares y Esteso. Sacar la pelota así, abrazando de forma constante el riesgo, será como aquello de comer barro para adelgazar que hacían en el siglo XVII. Una excentricidad pasajera. Un asunto incientífico. Una idea de majaderos.

A prueba

Pensé todo esto durante la semana, viendo la colección de errores con el pie que nos dejaron los porteros en los partidos europeos. Pensé también qué pasa con el tráfico en Londres, que cada dos por tres están retrasando partidos por problemas con el tráfico de Londres. No tengo pruebas, pero da igual: quizá la UEFA cambió el horario clásico de la Champions, ese de las 20.45 que tanto nos gustaba, por si empezando a las 21.00 les daba tiempo a llegar a la hora a los de Londres. Pero no. Siguen llegando tarde. ¿Cuántas veces va a tener que pasar para que salgan antes? ¿No se dan cuenta? ¿Dónde ha quedado aquello de la puntualidad inglesa? Quizá sea otra broma. La pequeña broma del fútbol moderno. Nos están poniendo a prueba. Otro experimento.

Quizá, otra vez, siempre escribo quizá. Quizá un día tenga en algo la seguridad con la que Joshua Kimmich da los pases a sus compañeros y pueda dejar de escribir quizá. Esa determinación, esa confianza. Ves a Kimmich golpear la pelota y es imposible pensar que pueda estar equivocado. Quizá yo un día pueda también acercarme a la certeza, pero no creo. Lo mío es la duda: por eso no valgo para sacarla jugada con el portero.

Suscríbete para seguir leyendo