El silencio de los corderos

Más allá del veredicto, la condena de este juicio es la foto. Un tema ético y moral. Lo que faltó en la venta

Amadeo Salvo, llegando a los Juzgados de València

Amadeo Salvo, llegando a los Juzgados de València / Miguel Ángel Montesinos

Rafa Marín

Rafa Marín

Fue más la imagen que el sonido. La potente foto de Salvo y Aurelio en sede judicial. Un escarnio que, con independencia del veredicto, es la auténtica condena de un proceso que tiene que ver con lo ético y lo moral. Justo lo que brilló por su ausencia en el proceso de venta del Valencia CF. Ni el presidente entonces del club ni el de la Fundación son culpables de la decisión política de deshacerse de un aval que quemaba. Tampoco de descartar la opción del concurso que habría sido perjudicial para los grandes acreedores antes que para la entidad. Pero sí que son responsables de haber sido los caballos de Troya de Lim. Por mucho que les engañasen, nadie les obligó a hacer campaña. Una década después, la mayor transacción del fútbol mundial se ha confirmado como una falacia. Y lo peor es que más allá del informe de Price al que ambos se agarraron ante la jueza, las sospechas de que podría acabar siendo así eran abrumadoras. Todos los indicadores del estado de salud del Valencia son hoy terminales. La deuda ha crecido, la zona de descenso es el nuevo hábitat y la crisis social es más sangrante que la económica, lo cual ya es mucho decir. Y que conste que de lo que tenían que defenderse los acusados no era de eso, ni tan siquiera de los malos resultados. El tema aquí era porqué se eligió a Lim y sobre todo porque no se le obligó a nada. Porqué se mintió. Porqué se dijo que estaba por escrito lo que solo era verbal. Porqué cambiaron las condiciones sin que se supiera. Porqué los patronos se sintieron presionados. Ante eso, un absoluto silencio.

Perdón

Más allá de los motivos de aquella rueda de prensa en la que habló por lo que habló en un momento en el que se vio definitivamente fuera del todo, Salvo solo le ha atizado una vez a Lim y fue vía comunicado por lo del Financial Times. Aurelio ni eso. Siendo todo tan evidente, ambos han vuelto a perder la oportunidad de, al menos, pedir perdón y reconocer que se equivocaron. Quien calla, otorga. El suyo es, como en la famosa película, el silencio de los corderos. Chillan cuando los van a matar. Y no se oye nada cuando ya han muerto. 

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