Campeón de los mediocres

En esta liga de 18 puntos debes quedar campeón, porque no valen las segundas oportunidades

Edinson Cavani, preparado para lanzar un penalti

Edinson Cavani, preparado para lanzar un penalti / SD

Sergio Arlandis

Sergio Arlandis

Con abril comienza una mini liga para el Valencia CF: seis partidos (Rayo, Almería, Sevilla, Elche, Valladolid y Cádiz) por la vida en primera. Seis finales en las que, sin discusión alguna (excepto con el equipo hispalense), eres el favorito, más allá de las dinámicas y todas estas cosas que importan en el fútbol. Seis cartas que tienen que ser ganadoras. Seis minutos antes de tu ejecución, para que cortes el cable adecuado.

En esta liga de 18 puntos debes quedar campeón, porque no valen las segundas oportunidades, ni las vueltas, ni la excusa de los muchos puntos que faltan por jugar. Si no se sacan, por lo menos, 15 puntos, la cosa puede complicarse mucho. Con menos, ya te estará llegando el agua al cuello de una manera demasiado peligrosa y no te quedará casi oxígeno que respirar. Parece difícil y tal vez lo sea, pero es lo que hay: ni más ni menos, seis partidos, 18 puntos en juego y tú debes hacer mínimo 15, por historia, por orgullo, por obligación y por necesidad.

No van a valer lo argumentos a favor de nadie, ni los estados de forma decadentes, ni la juventud como arma arrojadiza, ni la falta de tiempo para el cuerpo técnico. No es que no sean ciertos, es que no valdrán para nada. Todo suma, sí, como también todo resta cuando la única opción es ganar y dejarse de explicaciones. Ni los árbitros, ni el VAR, ni la falta de acierto, ni la sequía fuera de casa: ahora irá todo en contra, por si alguien no lo sabe, porque nos tiemblan las piernas y la susceptibilidad está a flor de piel, solo por eso. Es lo mismo de siempre, pero sin solución inmediata, sin competir adecuadamente en el terreno de juego.

No valdrán tampoco los duelos fratricidas dentro del valencianismo, ni las portadas, ni las tertulias, ni las columnas de opinión, ni las noticias con Salvo y Aurelio Martínez sentados en el banquillo copando, paradójicamente, titulares. No valdrá para nada mirar de reojo el pastel del mundial entre España, Portugal, Ucrania, Marruecos, Mozambique, Trinidad y Tobago, Luxemburgo y no sé cuántas sedes más: el cemento, deteriorado, seguirá ahí, haciendo de tabla de ajedrez dentro de esa partida electoral que ya está en marcha. Pero no valdrá tampoco esto, porque lo único importante ahora mismo, aquello que sí o sí se debe resolver, es ganar esa mini liga de seis finales.

Amadeo Salvo, llegando a los Juzgados de València

Amadeo Salvo, llegando a los Juzgados de València / Miguel Ángel Montesinos

Cabe pensar quiénes nos siguen arrastrando hasta aquí y pregonan compromiso por un lado, armonías preciosas por otro y calma institucional un poco más allá. Para ellos no hay finales, no hay seis partidos a vida o muerte, sino principios por donde volver a meter la pata o la mano, según se mire. Pase lo que pase, no habrá cambios en el funcionamiento, aunque cambien nombres. Pero tampoco me importa ya quién esté ahora mismo al frente de la parcela deportiva, por ejemplo: solo quiero que se ganen, al menos, cinco de esas seis finales, porque es lo único que ahora mismo garantiza que no te disuelves como club y que no devoras tu centenaria historia.

En efecto, la gestión Lim va camino de borrar todo lo anterior a su llegada, para reescribir una nueva época que, lejos de alcanzar la más alta gloria (el único título que ganó fue con su zarpa bien lejos y contra su voluntad), está adelantando velozmente en la fatalidad: algo más de sesenta y siete años tardó el Valencia CF en bajar una única vez en su vida y Lim lo puede conseguir en tan solo nueve. Son modos de ver la historia desde otro ángulo pero yo, por si acaso, pondría su retrato del revés, a lo socarrat.

Seis finales, Pipo: me vale lo del partido a partido y todo eso, pero hay que ver también la perspectiva global de la cosa, ya que en la ida apenas les hiciste un rasguño a todos ellos y todo hace pensar que no serás capaz de ganar dos veces seguidas si vemos la trayectoria de los dos últimos años, pero me da lo mismo: 18 puntos, sin excusas. Grabado a fuego, porque los empates tampoco valen. No quiero ni una sola lamentación, ni promesas de que el equipo lo va a dar todo (¡Eso faltaba! ¡Encima!), de que vamos a seguir trabajando para mejorar, de que si se han visto cosas positivas a pesar de todo… para decirme esto, no me digáis nada, por favor. Es más, no quiero ni que me den explicaciones ya: la victoria se explica por sí sola y eso es lo que quiero. Quedar campeón de los mediocres es un modo de disfrazar tu realidad, sí, pero consuela.

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