El Valencia está solo

La gestión del caso Vinicius ha sido un apabullante ejercicio de exhibición de poder

Las gradas de Mestalla, durante el duelo ante el Madrid

Las gradas de Mestalla, durante el duelo ante el Madrid / EFE

Vicent Chilet

Vicent Chilet

El Valencia está solo. Hay que remarcarlo y hacerse a la idea. Atrapado por la gestión irresponsable de un broker singapurés, sin contrapesos influyentes entre las élites locales extintas, y con las defensas debilitadas en mínimos históricos ante las cíclicas fricciones de capas tectónicas en las relaciones de poder. Lo que pasó con Vinicius Junior en Mestalla es un incidente racista sin discusión. Sin peros, ni excusas. La estrella madridista será un niñato arrogante, pero tú eres un racista despreciable si la respuesta ante su soberbia es llamarle «mono». Pero la gestión del caso Vinicius desde el momento en el que acabó el encuentro ha sido un apabullante ejercicio de poder en el que la artillería mediática empleada ha arrasado con su versión distorsionada, con la postverdad del club más poderoso del mundo, con un tufillo moralista insoportable de diálogo colonial.

El Valencia está solo y derrotado. Estar en el lado débil de la historia es que ayer, en un programa matinal estatal, se metiera en la misma hoguera el ataque a Vinicius con el episodio de la esvástica que Guus Hiddink mandó retirar de la grada de Mestalla en 1992. Por más que el símbolo nazi lo portasen ultras del Albacete, por más que llevemos tres décadas recordando la versión real (no como reivindicación, que tampoco pasaría nada, sino para protegernos de la referencia envenenada), el relato oficial sigue cayendo hacia el mismo lado. Si aquella historia de los años 90, sin redes sociales y con un Valencia robusto y saneado, ha quedado perpetuada con la interpretación sesgada, qué pasará hoy con el impacto planetario de la versión de Ancelotti y el propio Vinicius, que han encumbrado la gran mentira de que todo Mestalla coreó el aberrante grito de «mono». Pero mientras insistimos que oye no era «mono» sino «tonto», el Alto Comisionado de Derechos Humanos de la ONU ha comparado el incidente de Mestalla con el asesinato de George Floyd.

Sobre el derrotado Valencia se sienta el gran precedente. Estaremos atentos a que se ejecuten las mismas sanciones con los clubes que tras un caso de racismo expulsen en 24 horas y de por vida a los responsables. Por supuesto, animamos a todos los presentadores estrella a que expandan su repentina causa también al racismo estructural del país, simplemente para que nadie piense que están banalizando un drama por puro forofismo futbolero.

Y en esa salvaje asimetría, sin nadie que le proteja, la única resistencia que se ha vuelto a comprobar es que el Valencia sigue siendo el principal instrumento con el que el pueblo valenciano proyecta su indignación ante Madrid. Nada nuevo. Pero esta vez no es con polémicas arbitrales de escaso voltaje y paros parciales de 48 horas sin «ofrenar», sino con una ciudad agraviada a nivel mundial con la acusación de racismo y a cuatro exactos días de unas elecciones autonómicas.

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