El día después del partido más importante del Valencia en 20 años, una final no por ganar ningún título sino por evitar el descenso, Meriton se limitó a difundir una nota pidiendo perdón, prometiendo por enésima vez un «reset» y dirigiéndose a la afición «para que nos acompañéis en este viaje hacia un futuro mejor». Las expectativas del encuentro matinal de Layhoon con sus ejecutivos eran bajas, pero aun así se volvieron a lucir con un mensaje vacío, repetitivo e inaceptable. No hay futuro con Lim ni más oportunidades que valgan con una gestión nefasta que antes o después terminará con los huesos del club en Segunda. El máximo accionista ni siente ni padece por lo que ocurre aquí y no pudo dejarlo más claro con sus fotos junto a Cristiano mientras el valencianismo se rasgaba las vestiduras por el vértigo del descenso. Un bochorno solo comparable a la foto del vestuario cuando no había nada que celebrar. La salvación ha sido un milagro pero por decoro, y hubo quien como Jaume lo vio claro en su papel de capitán, lo que tocaba era agachar la cabeza en lugar de cerrar el puño y pedir perdón. Pero perdón de verdad, no de cara a la galería como el de la notita.

Clave

Empezando por Baraja, que por su propio bien debería hacer valer su mensaje de autocrítica y declinar esta vez cualquier limosna si es que Lim no impide su continuidad, es momento de empezar a jugar fuera del campo y poner la atención en partidos como el que se juega en la Fiscalía de Delitos Económicos. Aunque las anteriores se hayan archivado, la investigación en marcha hay que aprovecharla. Igual que se ha hecho en Italia y Portugal, se trata de llegar hasta el fondo y saber de verdad qué ha pasado con el dinero del Valencia. Por muchos temas que haya en la mesa de la fiscal, sería del todo decepcionante que la justicia vuelva a inhibirse del caso. Lo mismo que los nuevos gestores políticos, con armas suficientes para aplicar la ley y que aquella promesa electoral de una posición unánime y común se haga realidad. Se trata de tirar todos de la cuerda y no dejarlo únicamente en manos de los que, a base de hacerlo solos, han empezado a desfallecer.