Opinión

El cielo del futbolista

El cielo siempre aguarda al futbolista que levanta la mirada hacia las nubes, en mitad de la desesperación por el infortunio del partido, en busca de un punto de luz, de consuelo

Messi, junto al Papa Francisco

Messi, junto al Papa Francisco / EFE

El cielo es la cuarta dimensión del terreno de juego. Nadie hace alusión a él durante el transcurso del partido, pero siempre está presente para ofrecer su manto protector. En cualquier categoría, el cielo equipara a todos los futbolistas del mundo. Además, como ocurre con el mar o con el fuego de una hoguera, no nos cansamos de mirarlo. Los rayos del sol se reflejan en las camisetas de los niños de fútbol base e iluminan más aún la chispita de ilusión que se dibuja en sus ojos inocentes, cuando aún sueñan con ganarlo todo en el fútbol. El cielo siempre aguarda al futbolista que levanta la mirada hacia las nubes, en mitad de la desesperación por el infortunio del partido, en busca de un punto de luz, de consuelo. Los más sentidos, levantan los brazos hacia el cielo en señal de ofrenda de amor hacia un ser querido que ya no está. Es la rúbrica de cada gol de Leo Messi, como dedicatoria a su abuela. Messi era especial para el Papa Francisco. Coincidiendo con la resurrección del hijo de Dios, ha muerto su vicario en la tierra.

El planeta parece un lugar cada vez más inhóspito, pero que aún sonríe cuando Messi lo hace. En cada sonrisa de esas niñas y niños inocentes que siguen jugando al fútbol está la esperanza. En los abrazos de sus amigos para celebrar y en la mano tendida para pedir perdón. No sabemos a ciencia cierta quién hay allí arriba, pero, a veces, da la sensación de que alguien por allí sonríe cada vez que un ratoncillo empieza a hacer diabluras con la pelota en los pies.

En el fútbol, el calvario y la resurrección encuentran una metáfora fiel. Durante esta primavera, se huele que el norte de la ciudad de Valencia, el barrio de Orriols, más concretamente, se prepara para vivir un final de temporada lleno de felicidad, inversamente proporcional a la crueldad del pasado reciente. En este deporte no hay nada escrito, nada es eterno, nadie es más que nadie bajo este cielo del fútbol que nos recuerda que somos mortales y, a la vez, por un instante, eternos.

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