Opinión | La Contra

València

Estadio Azteca en Elche

Cuando Carlos Álvarez recibe el balón en los pies, queda abolido el tiempo como si los segundos se hicieran líquidos

Carlos Álvarez tras la victoria del Levante en Elche

Carlos Álvarez tras la victoria del Levante en Elche / Álex Domínguez

Viajar a Elche era un acto de amor para cientos de aficionados del Levante UD y para todos aquellos que no pudieron. Se trataba de acompañar al equipo en una tarde que no se presentaba propicia, precisamente. En los aledaños del Martínez Valero, la afición granota recibía engalanada al autobús del equipo, a diferencia del Elche, que había llegado en coches particulares y no había vivido ese momento. De algún modo, el 0-1 empezó a marcarse ahí. 

Durante el calentamiento, José Luis Morales buscaba con la mirada las camisetas del Levante repartidas por la grada. En algún caso, establecía contacto visual con el aficionado y levantaba la mano en señal de complicidad. Ponía cara a esas personas a las que harían tan felices durante el partido. Cuando vi ese gesto, tuve la intuición de que podrían ganar, en contra de los pronósticos de la semana. Este equipo no es perfecto, pero ofrece un abanico tan apabullante de virtudes, de luz y de vigor que es estar ciego no reservar siempre hasta el final un espacio para la esperanza. 

A mi lado, casualmente, un ojeador del Real Madrid. Esperemos que quitara importancia a la magia de Carlos Álvarez con sus dos asistencias. Pero, si tiene buen gusto, apreciaría, como todos, que, cuando el andaluz recibe el balón en los pies, con un movimiento suyo, queda abolido el tiempo, como si los segundos se hicieran líquidos. Un instante que, una vez visto y sentido, resulta siempre recuperable en la infinita memoria que lo guarda todo. Es un sentimiento irracional. El más puro y más auténtico. El que dura y permanece en nosotros. La verdadera convulsión, en definitiva. 

Y todo gracias a la capacidad exquisita de Carlos para hacer mejores a todos los demás, a ese privilegio caído del cielo o no sé dónde, pero cuando se ve y se aprecia, es como un impacto y queda congelado eternamente. La Bombonera del Martínez Valero, que -hay que admitirlo- luce de forma espectacular, fue más bien, el Estadio Azteca de Maradona para Carlos, que no parará hasta regar de gloria el suelo de Orriols. 

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