Jóvenes, ricos y con una preparación deficiente. Si a eso le unimos un asesoramiento escaso tenemos las premisas necesarias para explicar un patrón que, por increíble que pueda parecer, se repite constantemente en el deporte profesional y, sobre todo, en la NBA. Y es que según datos hechos públicos en 2008 por la Asociación de Jugadores de la NBA, sólo cinco años después de retirarse el 60% de los jugadores profesionales está arruinado. Hablamos de baloncestistas que, tras haber ganado cantidades desorbitadas de dinero, han acabado en la más absoluta ruina en un tiempo récord. El último ejemplo lo constituye Antoine Walker, ex jugador de los Heat, Celtics y Grizzlies, que se ha pulido los 110 millones de dólares que ganó cuando estaba en activo en apenas tres años. Es más, tiene 4,3 millones en posesiones, pero debe 12,7, entre otras cosas por su adicción al juego. Como el suyo, hay muchos más casos curiosos como el de Kenny Anderson. Tras 14 temporadas en la NBA y haber ganado 63 millones de dólares, intenta ahora sacarse una carrera universitaria para salir adelante. Otros ni siquiera tienen esa oportunidad, como Ray Williams, capitán de los Knicks a principios de los 80, y que duerme en un coche en la más absoluta mendicidad. Otro caso extremo es el de Jason Caffey, ex compañero de Michael Jordan, arruinado y con 10 hijos de 8 mujeres distintas. Ahí es nada.