Mientras Ibrahimovic ya se hacía fotos abrazando la bufanda de su nuevo equipo (el fútbol de clubes tiene estas cosas tan graciosas), su ya excompañero Keita resumía mejor que nadie en el último medio siglo el credo del verdadero –y escaso- profesional del fútbol: "yo vengo aquí a trabajar". Los periodistas le buscaban las cosquillas, recién descubierta una mínima brecha en el cotidiano quehacer de Guardiola –que no habla mucho con sus jugadores-, cuando el africano finiquitó la cuestión y acabó con las pamplinas. Igual que a ustedes y que a mí, vino a decir, a Keita no le hacen falta charlas diarias con su jefe sobre el estado de salud de sus hijos para realizar su cometido a entera satisfacción. Su trabajo es entrenarse cuando toca, jugar cuando se lo mandan y sentarse en el banquillo o en la grada si así lo decide el patrón. Punto final. Es lo que dice su contrato y lo respeta como nosotros hacemos con el nuestro.

El caso Fernandes

Hay quien se tira de los pelos estos días por la actitud de Manuel Fernandes, ese chico portugués que cada mes de junio se va a marchar del Valencia CF y que, igual que los malos programas de televisión, sigue ahí, imperturbable. Dicen que su problema es de actitud, pues aptitud le sobra. Y puede que sea verdad. Pero no escucho a nadie que exija a gritos que el club le rescinda el contrato o, más obvio aún, le baje el sueldo habida cuenta de su alarmante falta de compromiso. Si se trata de trabajo y de respetar contratos ¿por qué no se exige a Fernandes que cumpla con el suyo? ¿Reconocemos a Mata el derecho a pedir un aumento sin, al mismo tiempo, reclamar que se recorte el salario de los gandules? ¿En qué mundo vivimos?

En un club serio

Uno tiene la impresión que la permanente adulación a la que están sometidos los futbolistas ha generado este desaguisado. Ibrahimovic no juega tres partidos de titular y ya se busca otro equipo. Mata hace dos buenas temporadas y ya considera que el contrato que firmó no le hace justicia. En Valencia, en Barcelona y en todas partes se han permitido tantos caprichos a los futbolistas que muchos se han creído estar por encima de la empresa que les paga. Y no debería ser así. No en un club serio. Por eso el Barça ha hecho bien largando a un díscolo a Milán y el Valencia haría bien en no aceptar subidas de sueldo –como aquellas inauditas que regaló el ínclito Soriano a Villa y Silva- en tanto la AFE no recoja en sus estatutos que a sus afiliados que no cumplan con su trabajo se les rebaje también la nómina.

Himnos sin letra

Y en todas partes cuecen habas. Resulta que el Bayern de Munich quiere demandar a la Federación Holandesa porque permitió que su jugador Robben disputase el Mundial poniendo en peligro su pierna ¿No debería demandar al propio Robben, que fue el último responsable de su decisión de jugar? ¿Acaso estos chicos están por encima de todo deber de raciocinio? Quizás el problema esté en que consideramos a los futbolistas tan poco dotados para la reflexión que buscamos siempre responsables ajenos para sus desmanes. Y lo de "poco dotados" se queda corto si tenemos en cuenta que no lejos de Munich, en Francia, su seleccionador ha tenido que repartir hojitas con la letra de la Marsellesa entre sus pupilos porque muchos de ellos no se la sabían. Lo cual, espero, zanje la vieja polémica sobre ponerle letra a nuestro himno. Mejor que lo dejen como está, que así nos evitamos problemas.