En los últimos cuatro meses, Mestalla sólo ha acogido un partido de fútbol, el disputado ante la Fiorentina, con motivo de la presentación del Valencia y que también valía para celebrar el Trofeo Naranja. El dato es revelador. Desde que bajó el telón a mediados de mayo, cuando se jugó la última jornada de la pasada temporada, el silencio y la soledad se han apoderado del santuario valencianista. Demasiado tiempo sin vivir la emoción del fútbol, se hace muy larga la espera hasta recuperar el sabor inconfundible de la competición. Si encima te toca iniciar el campeonato fuera y a continuación se para la liga, la ansiedad se apodera de la afición. Hay ganas por saciar el apetito después de tan prolongada abstinencia. Ese estreno de temporada siempre ha despertado una gran expectación entre el valencianismo. Antaño las primeras jornadas se jugaban a las diez y media de la noche de los sábados con el graderío abarrotado y el ambiente por las nubes. Ahora, los horarios los dictan algunas televisiones, pero no todo ha cambiado, el hambre de fútbol es la misma y a buen seguro la visita del Racing provocará una gran entrada en Mestalla. Es la hora del reencuentro.

Más que un gesto

El Valencia presenta esta tarde a Stankevicius en Benicarló. Una novedad llamativa y un gesto profundo cargado de intenciones. En demasiadas ocasiones se ha vivido a espaldas de los seguidores repartidos por comarcas distantes del ´cap i casal´. Es necesario acercarse a ellos y reconquistar algunos territorios en los que la militancia valencianista se ve amenazada por la de otras entidades bendecidas por el poder político y mediático. La tarea es ardua pero irrenunciable. Sin complejos ni vergüenzas, en el Baix Maestrat también se vibra con el club de Mestalla, con el mérito añadido de la distancia. Cuando el Valencia ganó la Liga 70/71 en el desaparecido campo de Sarrià, regresó en autobús al día siguiente y fue aclamado en numerosas poblaciones de la provincia de Castellón. La primera parada tuvo lugar en Benicarló, donde fueron agasajados a lo grande y almorzó la expedición con el presidente, Julio de Miguel, al frente, y el entrenador, Alfredo Di Stéfano, junto a toda la plantilla. Aquella semilla se debe cuidar con cariño y respeto. Ellos representan la gran dimensión del Valencia.

Éver y Mata

Cuatro letras. Poca extensión para el futuro que representan. Ambos son ya una realidad. Éver ha dejado en ridículo a Maradona. Su ausencia del Mundial fue un pecado futbolístico imperdonable. Ante España dio un concierto en la medular. Banega asombró por su soltura y confianza. Su papel es clave en el Valencia 10/11. Juan Mata sabe que ha de lucir galones en este ejercicio, le toca dar un paso al frente. El club debe resolver el contencioso contractual lo antes posible y de la mejor manera, salvaguardando los intereses de la entidad pero con visión de la jugada.