El Valencia ha sumado dos victorias en sus dos primeros encuentros de Liga y aunque el hecho sea simbólico encabeza la clasificación general. A esta situación ha llegado dejando entrever varios gestos. Veamos: empieza mal los partidos pero los acaba bien, en consecuencia, su rendimiento es valioso por la capacidad de sobreponerse y corregir el rumbo. El guardameta César se ha convertido en el jugador más destacado. Por una parte es un signo de garantía y, por la otra, que el sistema defensivo ofrece excesivas fisuras. Además, ser el mejor ante el Málaga y Racing dice poco en favor del trabajo colectivo. Un portero tiene que estar mejor arropado. El buen hacer de César contrasta con el vacío que sufre Moyà. Es bueno que Moyà se incomode con su propia situación. El entrenador siempre pone a los mejores y de no hacerlo cae en la irresponsabilidad. La tercera lectura es que el público de Mestalla, en realidad como todos, varía sus posiciones en función del resultado. El sábado, primero aplaude a su equipo como si hubiese ganado la Liga; después se impacienta y expresa su protesta para pasar a sonreír, a renglón seguido, con la victoria. Si el público fuese ecuánime, sosegado, equilibrado y tolerante, el fútbol creo que no existiría. Al fútbol le da vida la polémica, el predominio del corazón sobre la razón y, de vez en cuando, un poco de buen juego.

Apretar los dientes

Dos partidos, dos derrotas y ocho goles en contra. Este es el inicio que no deseaba y temía para el Levante UD. Reaparecer en la Primera División con una losa así no hace nada fácil el posterior tránsito. Después de la derrota en Getafe, el entrenador Luis García ha asegurado que «hay que apretar los dientes». No hay duda de que hay que hacerlo, del mismo modo que hay que ser más «contundentes y agresivos». No queda más remedio que refugiarse en el trabajo y en la comprensión de los aficionados levantinistas. Ahora, es cuando hay que estar al lado del equipo y, sobre todo, del club. Es el momento de prestar apoyo e infinita comprensión para superar esta singladura. El domingo visita el Villarreal el Ciutat de Valencia. Un encuentro nada cómodo, pero con independencia del resultado, se espera la mejor actitud de los jugadores y un generoso comportamiento de los aficionados. Al equipo se le pide que saque a relucir sus señas de identidad: trabajo y honradez.

Gürtel y Brugal

Gürtel y Brugal no son los nombres de dos jugadores del Hércules de Alicante, equipo que el pasado sábado obtuvo una brillante victoria frente al FC Barcelona en el mismísimo Camp Nou. Un triunfo que proporciona una gran alegría a la afición alicantina después de vivir un duro verano debido a que la credibilidad de sus dirigentes está en entredicho. Una victoria que me imagino habrá servido para que el empresario y máximo accionista del Hércules, Enrique Ortiz, vuelva a sonreír y disfrute, cuanto menos, de unas horas de sosiego tras aparecer su nombre, de acuerdo con las informaciones de la Policía, ligado a los casos Gürtel y Brugal. Se trata de las denominaciones empleadas para bautizar dos entramados de presunta corrupción que salpica a algunos empresarios, políticos, profesionales y también al mundo del deporte. De seguir por este camino el espíritu olímpico es pura utopía.

Soler-Soriano

Prestando atención a los contenidos que publica el diario Superdeporte refresco mi memoria. De este modo, me percato de que los ex presidentes del Valencia CF, SAD, es decir, Juan Soler y Vicente Soriano, se encuentran enredados en los juzgados. A buen seguro, los dos se sentirán cargados de razones para defender sus respectivas y legítimas posturas. En el fondo y en la forma es un pulso de intereses que no me fascina, simple morbo por saber a quién le tocan los euros. En cambio, sí que me interesa, una vez más, revivir la actitud prepotente con la que ambos personajes transitaron por el Valencia y la herencia que dejaron: dañaron la economía, la imagen y la credibilidad del club.

Los oídos aún me duelen cuando recuerdo las palabras de Juan Soler anunciando a la sociedad valenciana que él solito iba a comprar, si hacía falta, el solar de Mestalla. ¡Qué atrevido! Empezó por una de las torres y dio precipitada marcha atrás. Por la boca muere el pez. En cuanto a Vicente Soriano, qué se puede decir de un dirigente que asegura con altanería tener vendido el citado solar cuando no es así. Encima, anuncia la llegada de un poderoso inversor que se convierte en el gran fiasco. Ambos actuaron con espíritu dominante, engañaron a la sociedad valencianista y sólo salieron del club a gorrazos. Y digo sólo porque es una lástima que los actuales gestores de la sociedad Valencia CF, SAD no les pida responsabilidades. ¡Vaya tropa!