Me gustaría que mis hijos fueran del equipo que quisieran, pero fundamentalmente de aquel que tenga unos valores que signifiquen esfuerzo, que signifiquen sacrificio, que signifiquen caerse y volverse a levantar cuanto más rápido mejor. Eso es lo que me ha pasado en mi vida profesional y es lo que quiero para mis hijos...». Son las palabras de César en el programa de televisión Punto Pelota, sin duda una de las vivificantes caricaturas de la Caverna de Mou y al que admito estar enganchado en mis noches profundas.

Y son palabras de sensatez que suenan y resuenan una vez tras otra en mis oídos justo ahora que el gurú cavernario no asume meteduras de pata y se atreve a llamar ´apóstoles del antirresultadismo´ a aquellos que piensan que ´si juegas bien es probable que ganes más veces´. La Caverna es capaz de pedirle al Madrid que juegue mejor al tiempo que ridiculiza al equipo que mejor juega y ningunea a aquel que sin jugar bien pero a base de coraje ha osado postularse como alternativa a la Liga en los cuatro primeros partidos de liga—y no es de Madrid, por supuesto—. La Caverna no admite que se toque a Cristiano pero obvia la entrada de Peña al Tino Costa y justifica la de Ujfalusi sobre Messi. Visto lo visto, y vistos los últimos arbitrajes y las recientes decisiones de los comités de turno, no quiero pensar qué pasará si por un milagro de la vida el Valencia sigue vivo en la lucha por el título cuando falten diez partidos de Liga y es, por tanto, una amenaza para Don Pantunflo y sus intereses.

Y vuelvo a leer las últimas palabras de César, esas en las que dice «quiero que mis hijos sean de un equipo cuyos valores signifiquen caerse y volverse a levantar porque es lo que me ha pasado en mi vida profesional» y no dejo de pensar que lo que quiere decir es que se sintió maltratado en el Real Madrid y que ha sido en el Valencia donde se ha levantado. Y yo digo, chico, ¡pero qué rematadamente grande eres! Como dice el Rulo y su Contrabanda, «no te pierdo de vista y ya te echo de menos».