Siento envidia por los accionistas de ciertas empresas farmacéuticas. Creo que ayer se debieron agotar las existencias de tranquilizantes en España, en Italia y en Singapur. Quizás algunos prefirieron la tila, el tabaco, comerse la uñas hasta los nudillos o los gritos: algo había que hacer para contener los nervios ante el férreo marcaje de Vettel sobre Alonso.

Seguir la carrera exigía, más que nunca, fijarse en los tiempos de los tres sectores en los que se divide cada vuelta. El asturiano perdía en un sector, recuperaba en los siguientes y así durante casi dos horas de esta larguísima carrera. Fernando, sin embargo, decía tras la prueba no estar preocupado y eso que la fiabilidad le jugó una mala pasada en la crono. Y fue en la jornada del sábado, aunque él siempre dice que las carreras se ganan el domingo, cuando se cimentó su triunfo: el error de Vettel en el tercer sector de su vuelta rápida le dejó segundo en parrilla, en un circuito en el que sólo disponer de una clarísima ventaja mecánica te permite adelantar. Y, afortunadamente, Sebastian no tuvo ni una sola ocasión de meterle el coche a Alonso. ¡No quiero ni imaginar qué podría haber pasado!

Hamilton, el cangrejo

Si Vettel supo (o debió) correr pensando en el campeonato, Hamilton no hizo lo mismo. Su lucha desesperada con Webber lo dejó fuera de carrera. Fernando, que mantuvo un gesto de seriedad durante todo el fin de semana, lanzó su sonrisa más maliciosa —todo un ejemplo de lenguaje no verbal— cuando en la rueda de prensa televisiva se refirió al marcador de 50 a 0 que le ha metido a Lewis en dos carreras.

Más tila, por favor

El final del campeonato nos depara una dura batalla llena de incertidumbres. Los RedBull han perdido las tres últimas victorias y las últimas dos poles, pero siguen siendo favoritos. Además de que Webber sigue encabezando el campeonato, sus monoplazas coparon, junto a Alonso, el podio, a pesar de las estrategias diametralmente opuestas de paradas en boxes de sus pilotos.

En Ferrari están lanzados: han dominado de forma sucesiva en dos circuitos que exigen configuraciones aerodinámicas muy diferentes. Saben adaptar el coche a cada circunstancia, poniendo o quitando el conducto F cuando es oportuno. Y, además, no dejan de producir nuevas piezas: en Singapur los mecánicos ocultaban su nuevo difusor a los objetivos de las cámaras con extremo celo. Su talón de Aquiles podría ser la fiabilidad. Están al límite en el uso de motores y nada sería más duro que ver a uno de los bólidos rojos humeando en Suzuka, como ya le ocurrió a Schumacher en 2006.

Ya veremos si quedan cuatro o tres carreras. Ecclestone ha hecho públicas sus dudas sobre el Gran Premio en Corea, pues la pista aún no ha pasado la inspección. Sería una lástima que no se celebrase. ¡Con lo que nos gusta sufrir!