Hace unos días los dos sorprendieron con aquella curiosa celebración en Mestalla y en Vallecas los del extintor volvieron a aparecer para firmar una nueva victoria. Primero con el derechazo de Jonas para enfriar los ánimos del Rayo Vallecano, sin duda el rival más rudimentario que se ha encontrado hasta ahora el Valencia, pero sobre todo con la zurda de Tino Costa, justo cuando jugando con fuego el equipo de Unai más cerca estaba de quemarse. Hubiera sido imperdonable visto el potencial de uno y otro equipo, aunque eso mismo pensarían no muy lejos de allí, dirección sur. Entre Vallecas City y Getafe hay exactamente 17 kilómetros y tres puntos, los que unas horas después el Barcelona se dejaba al caer derrotado en el Coliseum. Lo que empezó como una chiquillada o una broma en la habitación del hotel, por no llamarlo de otra manera, amenaza con convertirse en algo muy serio.

Lección aprendida

Ganar en estadios como este obliga a una máxima concentración durante todo el partido, a correr al menos lo mismo que ellos para después imponer la calidad delante de la portería. Vallecas, aunque no lo parezca, es un campo técnicamente exigente. Sus reducidas dimensiones facilitan la presión a los defensas. Por eso el equipo que quiere jugar a fútbol se tiene que cuidar de ser muy preciso, minimizar el error en la entrega y, ante la más mínima duda, no cortarse un pelo en dar el pelotazo. Si para un equipo con la calidad del Valencia se hace complicado sacar el balón jugado, qué se podría decir del Rayo, así que el equipo de Unai salió con la lección aprendida. Peleó los primeros balones muy arriba, robó y no tardó en encontrar el premio del gol. Después dejó al Rayo hacer lo que buenamente pudo y jugó demasiados balones en largo, aunque el golpe definitivo no llegaría hasta que logró encadenar dos contragolpes jugados con criterio, al primer toque y con muchos jugadores acompañando el balón. ya con el 0-2 el partido estaba controlado y jamás se debió llegar a ese final tan apretado, pero realmente tampoco peligró tanto el resultado y solo con un golpe de mucha suerte el Rayo habría soñado con hacer otro gol y empatar.

Lástima

La cuestión es que el Valencia demuestra en las últimas semanas que está alcanzando un punto de maceración óptimo. Se maneja con mucha seguridad ante los rivales inferiores igual que planta cara a los teóricamente más grandes. Es capaz de adaptarse a las circunstancias, sustituir a futbolistas de unas determinadas características por otros y sacar el mismo rendimiento hablando de puntos a diferentes maneras de jugar. El equipo, como ocurrió frente al Leverkusen o el Madrid, también se rehace en situaciones difíciles ante las que no hace mucho se venía abajo. Además, hace mucho que no estaba tan cerca de esos equipos que en las últimas temporadas marcaban diferencias de escándalo.

Luchar por la Liga

Porque, hablando de fuego y extintores, una de las cosas que más quema es comprobar dónde, en qué circunstancias y contra qué equipos se ha dejado el Valencia esos puntos que le separan ahora mismo del primero. Una derrota lastimosa como pocas, contra nueve y fallando un penalti, el día de Sevilla. Una mano furtiva de Topal cuando el partido de Mallorca se estaba agotando y, cómo no, la de Higuaín en Mestalla… Quizá todos estos detalles y algunos lleguen a impedir que este Valencia pueda luchar por la Liga. ¿Luchar por la Liga? Hace mucho que todos estos cálculos estaban de más.

Diego Alves

Además de los chicos del extintor, otro de los que evitó que el Valencia se quemara en Vallecas fue Diego Alves con una felina intervención, en una de las muchas jugadas a balón parado que intentó el Rayo. El brasileño tiene dos cosas, una buena y otra no tanto. En ocasiones le rematan desde muy cerca y es ahí donde exhibe sus mejores cualidades: agilidad, reflejos e intuición. Pero si muchas veces le rematan de cerca es porque vive peligrosamente a la sombra de los tres palos. Ahí es donde revela quizá su punto más débil: la poca capacidad de intimidación en el área.

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