S e acaba el año y llega el momento del inevitable balance que arroja un resultado contradictorio. El Valencia cierra 2011 con una sensación de estabilidad limitada, sin grandes altibajos, pero tampoco demasiadas aspiraciones. El club de Mestalla se ha mantenido en una línea de regularidad que le permite ostentar la condición de primero del resto de mortales. Se trata de un papel meritorio que, sin embargo, no acaba de satisfacer a sus incondicionales, no les llena. Nadie duda de su valor, pero a fuerza de repetirse el mismo guión, la capacidad de sorpresa queda descartada. Seguramente, en la mayoría de los deseos para el próximo año, los valencianistas piden que su equipo les proporcione alguna alegría inesperada, les traslade el vértigo de un triunfo que se aleje de la rutina y pueda guardarse como un tesoro en ese baúl particular de los grandes recuerdos que los buenos aficionados conservan en su memoria. Las emociones fuertes arrebatan en una grada que es consciente de la realidad y solidaria con la entidad, pero que desea soñar con algún momento de gloria. El Valencia de ahora es como aquel que preparaba Hiddink a principio de los noventa, un profesional del tercer lugar en la tabla, entonces era el cuarto, aunque en aquel momento Barça y Madrid eran de este mundo. Sin duda, el holandés disponía de mejor plantilla y aquellos mimbres tan exquisitos no cuajaron como equipo competitivo, mientras que Emery se aplica en mantener el nivel y en improvisar soluciones sobre la marcha ante la inevitable salida de los más cotizados. Dos estilos diferentes, dos filosofías opuestas.

Amortizado

Javier Gómez ya ha sido amortizado. La expresión fue utilizada por Manuel Llorente cuando la salida del otro Gómez, Fernando. Ahora ya no queda ninguno de los dos en el Valencia, aunque el responsable de la economía se mantenga en el Consejo de Administración. El exfutbolista también aguantó durante un breve tiempo para acabar dimitiendo. No parece que sea este el mismo caso. Aunque el interesado ya había anticipado que su permanencia en el cargo tenía fecha de caducidad, no deja de llamar la atención el momento elegido. A la espera de conocer el contenido exacto del convenio con Bankia del que dependerá el patrimonio valencianista y su margen de maniobra para de cara al futuro, se retira de la gestión uno de los personajes claves en el día a día valencianista de los últimos años. Sus vivencias darían para un impagable relato.

Un horario absurdo

En realidad, uno más. La locura de horarios que rigen el fútbol español nos presenta un nuevo atropello. La noche del 5 de enero en Mestalla, a las 22:00, se disputa la ida de octavos. Un atractivo Valencia-Sevilla, sin duda la eliminatoria más igualada, que pone en jaque a miles de aficionados y rompe el equilibrio familiar de una noche tan hermosa. Los clubes no tienen otra salida y se pliegan ante los designios del operador televisivo que hace y deshace a su antojo sin valorar otras consideraciones. Mientras, las gradas se vacían y el fútbol español se aproxima cada vez más a Italia cuando el modelo a imitar es el de la Bundesliga alemana.