A más de uno le vino a la cabeza el España-Escocia de septiembre de 2004 cuando el Ciutat se quedó a oscuras. Un presagio del final. Una avería eléctrica en el estadio, en el minuto 60 del encuentro de la ´Roja´, con Del Horno (que años después sería granota), unido a una tremenda tromba de agua, obligó al colegiado a dar por finalizado el duelo cuando faltaban treinta minutos para la conclusión y en tablas (1-1). Esta vez, el problema también fue un corte del flujo eléctrico, pero ajeno al Levante. El apagón se extendió por todo el barrio de Orriols. Fue en el descanso, durante casi media hora. El segundo seguido al de Balaídos. En Vigo sí estuvo en peligro el encuentro. Allí cayó la mundial.

Entre Roberto y Piti

Otra vez ha quedado demostrado que hay entre doce y quince equipos que pasan de la sonrisa al lamento en un suspiro. Cuando la Liga tiene un tinte bipolar „ahora se ha sumado el Atlético a la fiesta de los mismos„ suceden estas cosas. El Levante probó de la medicina que le inyectó a Rayo, Osasuna y Celta. Pero «no hay excusas», como dijo Diop en la zona mixta. Fue una derrota por pequeños detalles: los reflejos de Roberto, siempre pretendido antes de que Quique Pina pusiera más pasta que nadie, y el golpeo de balón de Piti, que ya conquistó Orriols con el Rayo.

No era de fiesta

Orriols se quedó con las ganas de volver a sentirse equipo continental, aunque solamente fuese durante siete días, tras la batalla de los 300. Esta vez el Granada no se quedó con diez; y además llegaba Lucas Alcaraz, el entrenador del clan de Tomás Carmona y compañía, que nunca le había ganado al Levante en Valencia. Caparrós no entendía como a los suyos les costaba tanto enchufarse al partido. Nabil dio la luz.

Penalti. La maldición parecía enterrada desde del día del Espanyol cuando Muñiz Fernández señaló el punto fatídico en un derribo de Víctor Sánchez sobre el franco-marroquí palmo y a medio fuera del área. El lanzamiento fue horroroso y Roberto se movió incluso más que Keylor en Heliópolis. Nunca el Levante había fallado tres penaltis en una temporada de Primera División. Lo importante es que se tienen, pero hay que meterlos. Y eso que desde que Ivanschitz perdonó a Juan Ignacio, el día que ´Capa´ dijo que el lanzador es Sérgio, si está en el campo, no hay entrenamiento que más de uno se quede a lanzar penas máximas. Desde el 28 de marzo de 1976 que un portero del Granada no detenía un penalti en la máxima categoría.