Tres puntos trabajados, algo sufridos al final, pero, lo que es más importante, inapelables y merecidos los que se trajo el Valencia de su visita a Getafe. Lo hizo mandando durante casi todo el partido, demostrando que tiene futbolistas notablemente mejores que los de su rival ayer y dando una imagen que poco tiene que ver con la que venimos observando desde que empezó esta aciaga temporada. Parece ya evidente que, descontada por su estolidez la figura del actual entrenador, lo que tenga que pasar con el Valencia hasta que alguien, de una vez, actúe con contundencia y ponga el equipo en manos más preparadas va a depender de la actitud de sus futbolistas. Ayer fue impecable.

Parejo y Banega

Probablemente lo más sugerente que nos ha ofrecido el Valencia en el último lustro en términos futbolísticos, que ha sido más bien poco, ha venido de la mano de Parejo y Banega. Discutidos, porque son muy discutibles, por separado, cuando Valverde decidió unir sus fuerzas acostumbraron a imponer el peso de su calidad sobre rivales casi siempre menos dotados para esto del fútbol. El señor Djukic ve, sin embargo, las cosas desde un prisma cuanto menos peculiar y, lejos de aprovechar lo que su antecesor le dejó en herencia, ha optado casi sin excepción por intentar ofrecernos una lección magistral en cada partido. En Getafe apostó por Piatti como revulsivo, pero volvió a poner a Parejo a organizar y a Banega en el único lugar en el que ha destacado en su accidentada carrera. Entre los dos se bastaron para merendarse a sus rivales en esa zona, crear zonas de superioridad para sus compañeros y sembrar un pánico casi constante en la zaga local. Ayudó, desde luego, el planteamiento de Luis García, que dejó hacer a los jugones valencianistas como si estuvieran disputando una pachanga. Excéntrico como lo es casi todo en un club cuyo presidente acaba de manifestar que necesitan un estadio más grande, no suele el actual pasar de media entrada, el entrenador del Getafe quiso plantear un partido al contragolpe con futbolistas que, salvo rara excepción, apenas eran capaces de correr veinte metros sin trastabillarse y caer al suelo al borde de la extenuación. Si a ello le unimos su notable insolidaridad „sus interiores apenas hacían una cobertura al lateral de turno„ y la escasa entidad de sus medios centros, acabamos concluyendo que los azulones se erigieron en el rival perfecto para la resurrección de Banega y compañía.

Las novedades

Se vio al equipo correr y meter la pierna, a los defensas „Barragán lleva dos partidos de titular y en los dos ha sido mejor que Pereira„ encimar y enseñar el codo, a Banega preocupado por no regalar balones e incluso un gol de Pabón, portada hoy hasta en el New York Times, cuya redacción no daba crédito a la noticia. Bien es cierto que le salió como le salió gracias a un oportuno resbalón en el momento del golpeo y que sus prestaciones volvieron a ser más bien discretas, pero bienaventurados los refuerzos estelares que marcan algún gol, aunque sea de chiripa. Aquí es novedad y nos llena de alborozo. Pedirle lo mismo a Piatti ya entraría en la categoría de lo que el Vaticano considera el paso previo a la beatificación, pero al menos el chico se vació y ayudó a Bernat lo poco que éste lo necesitó, que no fue mucho pues por allí se paseaba Pedro León, ese titán del arrojo y la velocidad. Refrescante, sin embargo, resultó poder ver a Alcácer, que estuvo cerca de enchufar alguna en una primera parte de llegadas constantes del Valencia por los costados. El chico muestra aún cierta precipitación en el remate, pero a falta de esa claridad que sólo poseen los grandes delanteros al menos aporta la movilidad y chispa que le está faltando a Postiga desde que llegó.

Falta de criterio

Esperar que esto sea el inicio de reacción alguna parece, sin embargo, un ejercicio de ilusionismo sin base alguna en la que sostenerse. Más bien apuntan las cosas a que el Valencia aprovechó el excelente partido de sus hombres creativos para imponerse a un rival que le dio unas facilidades poco habituales. Se ha caído el equipo ya demasiadas veces como para no sospechar que a no mucho tardar volverá a imperar el desconcierto de siempre. Porque por mucho que Djukic se escude para salvarse de la quema en que le ha dado oportunidades a todos los futbolistas, lo de ayer dejó bastante claro que quizás esas oportunidades no han estado siempre repartidas según criterios lógicos. Y así, que nadie se extrañe si un buen día al señor Oriol, por poner un ejemplo, le tiene que dejar jugar tres partidos seguidos por lesión de un compañero y acabamos descubriendo que es un excelente futbolista. La falta de criterio sigue dejando perplejo al más pintado.