No se sorprendan por el titular. Cuando digo que me alegro de que no ganaran los valencianos me estoy refiriendo a que me alegro que los valencianos que iban de la mano de Cerberus mordieran el polvo. Si no hubiera sido así, si no se hubiera impuesto Peter Lim en una carrera a cara de perro para hacerse con el control del Valencia, ya les digo yo que la presentación hubiera sido lo más parecido a un funeral y que en lugar de fichajes igual hubiéramos vendido a Paquito Alcácer: hubiera sido más de lo mismo.

Enormes sensaciones

Así es. Lo vivido el pasado domingo en Mestalla „y fuera de Mestalla, especialmente fuera de Mestalla„ hacía muchos años que no lo vivíamos por estas tierras. Ha tenido que llegar un tipo de Singapur „evitando o esquivando todo tipo de zancadillas„ para demostrar que el fútbol sólo tiene un idioma y una procedencia común: la ilusión. Da igual „y menos a estas alturas„ si el club está en manos valencianas, singapurenses, de extraterrestres o de lo que sea. Si llega montado a lomos de un caballo llamado ilusión€ todo vale.

Afición enorme

No voy a hablar de la presentación del equipo, ni de la venta a última hora de Banega, ni de la victoria en el Naranja ante el Milan. No, para mi lo más destacado de la puesta en escena del Valencia es que la afición está sonriente por primera vez en muchos años. Sonriente no... lo siguiente. La pasión flotó por todos los costados del viejo y ahora coqueto coliseo de Mestalla. Cánticos, aplausos, ola mexicana y por primera vez en muchos meses el personal se marchó a su casa hablando de fútbol y no de Bankia: paso enorme.

Un par de valencianos

Vuelvo al principio. Me alegro de la derrota de los valencianos de Cerberus€ no por ellos en sí „conozco a más de uno y tienen mi cariño y respeto„ sí por la hoja de ruta que hubieran emprendido en caso de llegar al poder. Ahora bien, sí que hay que destacar la labor de dos valencianos en este proceso. Uno, obviamente, es Amadeo Salvo€ un presidente peleón y con métodos modernos que se ha metido a la gente en el bolsillo como no se recordaba desde los tiempos de Paco Roig. Y el otro es Aurelio Martínez, el presidente de la Fundación. Miren, yo, a Aurelio, le he negado el pan y la sal en muchas ocasiones. No entendía su papel. Ahora sí. Ahora, visto lo visto y el desenlace de este culebrón, Aurelio tiene toda mi estima y mi respeto€ y también mi admiración. Él, Aurelio, sabía más que ninguno de que iba el tema y quienes eran los buenos o los malos de la peli. Así las cosas creo que ha llegado la hora de que yo sea justo con Aurelio. Un diez€ presidente. Un diez merecido y en ocasiones incomprendido. El que sabe€ sabe.