Cuántos muñequitos de pitufos tienes? Un montón... contesta Juan casi casi de forma automática: un montón. Y cuando Juan un montón quiere decir que tiene muchos, que está contento, que su montón de pitufos le llenan de orgullo y que son un montón. Ojo, un montón es mucho más que muchos. Un montón da para definir lo orgulloso que se siente de su colección de enanos azules francamente divertidos.

El viejo coliseo

Ayer. Antes de las nueve de la mañana. Aledaños del viejo coliseo con nombre de acequia... hablo de ese estadio añejo que se ha dado un lavado de cara estupendo. Mestalla está bonito, naranja y negro, con fotos gigantes, tan suyo y con tantas historias increíbles escondidas entre sus viejas gradas de cemento. Colas a las nueve de la mañana. En agosto y con un calor de esos que te tiran para atrás a poquito que tengas una excusa para escaquearte. Pero sí, había colas, entrenaba el Valencia de Nuno y Nuno había decidido que fuera un entrenamiento a puerta abierta. ¡Acierto!

¡Qué grande!

Y pienso. Pienso en esa gente -un montón, recuerden- que ayer se fue a animar a los suyos porque saben que son los auténticos murciélagos del escudo y porque están contentos, optimistas, con los ojos abiertos, esperando a ver qué pasa con Peter Lim y con los nuevos fichajes. Aplausos, bocatas para almorzar, un equipo sobre la hierba de Mestalla y una grada que se lo pasó de cine. Ojo, todo eso fue ayer, recuerden, a una hora poco habitual y en plena canícula de agosto. ¡Un montón!

Llega el Málaga

Mañana mismo Mestalla vuelve a abrir sus puertas. Llega el Málaga... un equipo interesante y competitivo. Primer partido de Liga de la nueva era valencianista. Y yo, pese a que es viernes, y visto los antecedentes de lo sucedido en la presentación del equipo y en un entrenamiento cualquiera como el de ayer, estoy convencido que la entrada va a ser de gala. Me atrevería a decir que van a ir un montón de valencianistas. Y ya saben, por un montón entiendan lo mismo que entiende mi hijo. Un montón es mucho más que mucho. Un montón esconde en sus entrañas ilusión e implicación a partes iguales. Y sí, ese es el verdadero patrimonio que tiene el Valencia. Su gente, su afición... ese montón de incondicionales.