En la Barcelona blaugrana andan mosqueados porque Mateu Lahoz, el árbitro valenciano que dirigió el partido de Cornellà el pasado sábado, fue en el descanso al vestuario del Espanyol a disculparse por haber concedido el segundo gol del Barça en fuera de juego. Más lo estarán los del Espanyol, que fueron los perjudicados. Y mientras, todavía está el Valencia esperando una rectificación o disculpa por parte de los señores Sánchez Arminio y Teixeira Vitienes por el gravísimo perjuicio causado en el partido de Bilbao, donde el fuera de juego de Aduriz no era por centímetros como el de Luis Suárez, sino metros. En lugar de disculpas, no encontró más que burdas amenazas.

No hay criterio en las actuaciones arbitrales, se demuestra que cada cual va a su bola, refleja en el acta lo que le apetece y omite lo que no interesa siempre con la premisa de no saltarse las líneas rojas que pueden dar al traste con su oficio y beneficio, que depende de que los poderosos siempre salgan ganando. Por eso Mateu, que por muy valenciano que sea es parte de un sistema injusto, acude al vestuario del Espanyol a disculparse pero nunca pedirá perdón por no haber expulsado a Cristiano Ronaldo en el Camp Nou, cuando se dirigió a él en actitud provocativa echándose mano a los genitales. Vamos, que no quiso escuchar aquello de «¡eh, Mateu, te gusta eh, te gusta!», ni siquiera creyó interesante para su estudio por parte de los comités describir la escena de la vergüenza al redactar el acta del partido. Otro que miente y oculta.

Que no tenga que lamentar todavía más el Valencia CF esos dos puntos que le quitaron de mala manera la noche de San Mamés, con los que hoy estaría mucho más cerca de ser tercero en lugar de obligado a ganar para no ceder la cuarta plaza, aunque tiene pinta que va a ser complicado con lo apretado que viene el final de la Liga.