El portazo a Sarver cada vez está más claro que fue el inicio de un nuevo Levante y no el final. Nada volverá a ser igual y los movimientos que se continúan produciendo en la sombra son la mejor demostración de ello. La dimisión que viene radiándose de Fuertes y la ´candidatura´ del exvicepresidente Tomás Pérez, que se fue a la hora justa, son sólo la punta del iceberg de lo que está por venir. El proceso de no-venta y su estruendoso final, con cambios de opinión sobre la bocina y grietas abiertas, ha sido definitivo para caducar el modelo institucional sobre el que se asienta el club. Hay que regenerar la Fundación, pero no para volverla maleable a otros intereses, sino para que sea verdaderamente independiente y represente más fielmente al levantinismo.

Mientras tanto, y tras aplazarlo el pasado lunes por enfermedad, Quico tiene pendiente reunir por primera vez desde el cisma a su Consejo, donde hay un marrón más que interesante con los consejeros que votaron a favor del millonario americano. Sin entrar en detalles, que tiempo habrá, entre bambalinas empieza a tramarse un auténtico juego de tronos por el control del Levante UD. Al fin y al cabo, nada nuevo respecto a los días en los que se debatían los pros y contras de que el club tuviese un nuevo dueño.

Sensaciones más positivas

La puntuación es insuficiente

Como ocurre en todos sitios, es evidente que el desgaste institucional será llevadero o insoportable en función de los resultados deportivos. De momento, salvo el paréntesis en Las Palmas, las sensaciones son positivas y por ahí se va respirando. Sin embargo, y aún más en vísperas de jugar en Can Barça, los dos puntos en la tabla son insuficientes en base a los méritos contraídos. La visita de Mendilibar el próximo miércoles igual se las trae.

Una situación de desgaste

Los cambios son inevitables

Por cierto: habrá quien piense que lo de la enfermedad de Quico era una milonga, pero no. El presidente estaba fastidiado ya en su última aparición y ha encadenado unos días sin ir por el Ciutat. De lo que no hay duda es de que en todo su mandato nunca había estado sometido a una situación de tanto desgaste como es esta y en su gesto puede adivinarse que le afecta. En el plazo corto no hay previstos cambios, pero a medio son inevitables.