Viniendo de donde venía el Valencia, esperar un juego brillante y una victoria aplastante era mucho esperar. Esperar una victoria por empeño y sufriendo, era más realista. Y eso fue. La naturaleza no da saltos y el fútbol tampoco. Ante el Granada el equipo de Nuno hizo lo que tenía que hacer, ponerse el mono de trabajo para sumar tres puntos, relajar el ambiente y ganar en confianza. Parece poco pero es mucho para un equipo que lo había perdido todo. El fútbol es tan resultadista, que ahora da la sensación de que el Valencia está a tiempo de todo, y ciertamente lo está, pero no de cualquier manera. El conato de crisis que esperemos haya acabado con la victoria de ayer nos ha hecho ver exactamente dónde estamos, y lo que conviene hacer ahora es analizar y poner remedio. Y eso se hace mejor desde la tranquilidad y calma que te da una victoria. No hace falta recordar lo del ambiente enrarecido ni que el entrenador necesita ganar para esquivar juicios públicos en su propio estadio, tampoco volver a preguntarse porqué pita el aficionado porque lo sabemos todos perfectamente, lo que sí hay que recordar a cada instante es que este Valencia tiene que hacer las cosas bien para ganarle a cualquiera por pequeño que parezca, o dicho de otra manera, hay que recuperar valores del pasado. El primero es la intensidad. Vale que si un equipo es intenso un año y al siguiente no lo es, al primero que hay que pedir explicaciones es al entrenador, pero después a los futbolistas. Y no lo hemos hecho. Ayer, a los cinco minutos de partido uno ya sabía que jugaría bien o mal, pero el equipo lo iba a dar todo, y eso no lo podemos decir de otros partidos como la primera parte del Zenit, el del Deportivo o el del Espanyol. Sin intensidad este equipo no es nada porque está concebido así por el técnico. Entrenador y jugadores ya saben cómo están las cosas porque la afición les ha enseñado los dientes y les ha mostrado el camino; ¡aquí no se duerme nadie! Por lo tanto, lo mejor que pueden hacer es propósito de enmienda, olvidar lo que convenga olvidar, y pensar en el equipo por encima de todo. El entrenador tiene que dejarse de experimentos y el futbolista saber poner el bien común por delante del bien individual. Si hace falta que cada vez que se aproxima un partido tengamos que decirles cuatro cosas bien dichas, no hay problema; las diremos, pero aquí solo vale una cosa; ganar partidos..