Ojalá no, pero el Derbi de mañana podría ser el último, al menos por un tiempo, y eso es precisamente lo que diferencia esta edición de todas las demás que han ido sucediéndose durante las últimas seis campañas, una sana costumbre ya en València. Habría que remontarse al de 2011 en Mestalla, el de los huevos de Ballesteros, para encontrar uno tan agónico. Evidentemente para los intereses del Levante, que aquel día certificó su primera permanencia con un empate lleno de intrahistorias. El de este domingo viene, a priori, con bastante menos dosis de épica, sobre todo por el riesgo de que empiece a ser definitivo para lo malo y no tanto para lo bueno. Todavía quedarán otras 9 jornadas en las que partirse el pecho por recuperar todo el camino desandado hasta el momento. Depreciado el repetido adjetivo de «final», para el Levante se trata de algo más serio, un partido con escaso margen de maniobra en el que hasta puede quedársele corta una victoria.

Y es que de cara al objetivo final, además de puntos, que también, no hay duda de que necesita otras muchas cosas, especialmente la garantía de que está en condiciones de ir sumando aquí y allá después de un curso con sólo una victoria a domicilio y ninguna cadena como mínimo de dos jornadas seguidas ganando.

El VCF fue el punto de partida

Inmerso en una temporada que, como la del Levante, deja mucho que desear, para el Valencia la angustia es infinitamente menor. Por puntos y por plantilla, lo del descenso no va con él, aun habiéndole visto las orejas, mientras que en clave europea su cartucho lo tiene con el Athletic más que en la Liga, donde también es cierto que no está para dejarse llevar. La presión es toda para el Levante, que en el partido de la primera vuelta sufrió un revés (3-0) paradigmático de lo que ha sido su trayectoria después. Aquel día, cuando el efecto Rubi ilusionaba, el Valencia destrozó a los granotas con el mínimo esfuerzo: por juego, el resultado debió haber sido muy distinto. Diecinueve jornadas después, los males azulgranas están perfectamente detectados, sobre todo los que tienen que ver con el estilo de juego y la ausencia de liderazgos en el campo. Por desgracia, no pasa lo mismo con la solución, pese a las horas y las vueltas que le pega Rubi para encontrarla. Junto al Valencia, son los dos rivales a batir en un Derbi que, lo dicho, ojalá no sea el último.

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