Mestalla no se lo creía. Yo todavía tampoco. «¿Que va a quitar a Paco? ¡No puede ser!» Hay cambios que ganan partidos. Hay otros lo suficientemente extraños como para perderlos. Sacar del campo a Alcácer con empate a cero en el marcador fue el principio del fin. Para el Valencia y para Gary Neville. La gota que colmó el vaso de la paciencia de Mestalla con su entrenador. Nadie lo entendió. Ni la grada ni los propios jugadores. La afición silbó y clamó contra el inglés a grito de «¡Burro, burro!» El equipo se desorientó. Se asombró tanto que se despistó y se fue del partido. Y fue así, en medio de ese clima de desconcierto, cuando marcó Guidetti. Solo treinta segundos después. Si a Gary le quedaba algún crédito en el Valencia en ese momento lo había perdido.

Gary, tu ‘vete ya’

«No he oído cánticos contra mí», decía Gary Neville hace bien poco. Ahí los tiene. Mestalla ya no está dispuesto a perdonarle más. «¡Gary, vete ya!», le cantaron. Desde ayer está sentenciado. Como en su día lo estuvo Nuno después de un empate contra Las Palmas en Mestalla. Hace justo una vuelta. Nadie duda de su honradez. Ni de su profesionalidad. Pero no hay argumentos deportivos para pensar que debe continuar al frente. Ninguno. Si el Valencia finalmente no pasa apuros y no se mete definitivamente en la lucha por el descenso será por deméritos de los abajo. Por suerte, muchos todavía son peores. Lo que está claro es que Gary no es la solución. Ni lo fue antes ni lo es ahora.

El peor consuelo

No había peor consuelo para un aficionado que escuchar a Neville después la derrota. «Tenemos partidos importantes con Inglaterra», aseguró. Alguien debe decirle a Neville que seguro que no son más importantes que los de este Valencia a seis puntos del descenso. «Inglaterra es un equipo con 60 millones de personas detrás de la selección», también explicó. Alguien debe recordarle que ahora solo importan los valencianistas sean sesenta mil, seiscientos y solo seis. «No es lo ideal que me quede», llegó a decir. Lo que sería ideal es que el Valencia fuera la prioridad del entrenador. Y visto lo visto parece que no lo es. Se queda tres días más y parece que le está haciendo un favor al club.

Derrumbe

Otra vez pañuelos y vomitorios repletos mucho antes del pitido final. Normal que la gente se marchara faltando un cuarto de hora. Incluso cuando solo había un gol en contra en el marcador. Mestalla entendió enseguida que el partido estaba perdido. Porque la sensación en ese momento ya era de derrumbe. De descontrol. De equipo roto, deprimente y endeble. Incapaz de reponerse al golpe. No hubo reacción. Ni de los futbolistas. Noqueados como un púgil. Ni del entrenador. Se quedó con diez por la lesión de Gayà y lejos de ajustar el equipo fue André quien cerró en la izquierda. Todos sabemos el final. Por ahí iba a llegar el segundo de Hugo Mallo.

Desgobierno

La crisis traspasa lo futbolístico. Los no convocados vieron el partido en el vestuario. En una televisión. Lejos de la afición y sus compañeros. No estuvieron en el palco. Así quisieron Diego Alves, Antonio Barragán, Dani Parejo, Enzo Pérez y João Cancelo. La verdad es que están en su derecho. El reglamento de régimen interno obliga a los descartes a acudir a Mestalla, pero no a ver el partido desde el palco. Solo es una opinion, la mía, pero con que se equivocaron. Creo que es momento de estar unidos y de escenificarlo también dentro del campo.

Lo de Feghouli

Mestalla coge la matrícula a los jugadores. Lo ha hecho con Feghouli. La afición es soberana y justa. Si tiene que remar y corear el nombre de Parejo antes de la falta directa que puede darte el pase a los cuartos de la Europa League lo hace. Pasó el jueves. Si considera que Rodrigo se ha ganado en el campo los aplausos se los da. Gustosamente además. Pasó ayer. Pero algo habrá detectado en Soso cuando le silbó a su salida al campo. Mestalla no consiente que el argelino se esté dejando llevar en este tramo final de la temporada. Por mucho que no haya renovado. Por mucho que sepa que su sitio ya no está aquí.

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