Llevo defendiendo desde que apareció el monstruo del descenso en el armario del Valencia que era sólo eso, un terror excesivo, una cuestión de armarse de valor, levantarse de la cama, encender la luz y abrir las puertas para comprobar que, dentro, el mueble solamente encerraba una nefasta planificación deportiva y un equipo mal parido por Peter Lim, un dueño cargado de buenas intenciones y tirando de taco pero mal asesorado. Y repitiendo el prueba-error, prueba-error en un bucle que está dañando su credibilidad y ensuciando el escudo.

Me conoces. Suelo ser realista. No vendo humo, tampoco soy pasional y detesto hablar con la bufanda anudada al cuello. Por eso créeme. El equipo no va a descender y tu miedo, que comparte mucha gente, es comprensible pero es exagerado. Y tendrás razón en tu argumentación pero el grupo no va a bajar por una razón contundente. Por un motivo triste pero real y evidente. Un motivo doloroso pero que, afortunadamente, va a impedir que el murciélago baje al infierno. La razón es simple, aunque, insisto, duele por lo que supone para un club grande. El Valencia no va a perder la categoría porque los equipos que le preceden en la dramática carrera por burlar el descenso son peores y, además, se enfrentan entre ellos en las siete jornadas que restan para llegar a meta. Esta jornada pasada, sin ir más lejos, los hombres de Pako volvieron a perder, incapaces de aprovechar y de conservar el regalito de Javi Varas, pero a falta de una fecha menos, la distancia con la hoguera sigue siendo la misma. Este es el argumento. Futbolísticamente no hay razones de peso. El equipo es un catástrofe. Te salvas por el pobre nivel del resto.

Hay otro motivo, igual de descorazonador que el anterior. El grupo tiene un tic de equipo pequeño toda la temporada. Se crece cuando el adversario que tiene delante es un gallo, excepción hecha del humillante partido del Camp Nou en Copa. Como un equipo chico, el Valencia juega bien ante los grandes y peta con los del otro montón y ahora llegan Sevilla y Barça, metidos de lleno, además, en eliminatorias europeas que los condicionan y los desgastan.

Y está la estadística. Nunca la permanencia estuvo tan barata. En 35 puntos se cifró el curso pasado. Este, sumando 37 o, en todo caso, menos de 40, podría ser suficiente.

Otra cosa, vuelven Enzo -al que el club debería sancionar por huir del palco el día del Celta- y Cheryshev. Y con ambos, no nos engañemos, el equipo pinta mejor. Y luego esta la gente, Mestalla... cansada, decepcionada, corneada, cabreada y echando pestes del equipo pero que arrimará el hombro otra vez, como siempre.

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