No son pocos los aficionados que están hasta las narices de que desde el Valencia, o desde sus alrededores, se apele una vez más al sentimiento para ayudar al equipo. Tienen toda la razón del mundo porque les sobran los motivos para desconfiar. Es más, hasta puedo entender que llega un momento en el que incluso hasta tienen razones para sentirse ofendidos. Es como si desde el propio club dudaran de su condición de valencianistas, «¡no hace falta que nadie me diga que tengo que animar al equipo en estos momentos, Carlos!», me dicen. Y yo no puedo más que callar por la contundencia de la frase la convierte en definitiva.

Y que conste que yo estoy a favor de que se anime al Valencia siempre, que ya saben que soy facilón y se imaginarán que mientras escribo esto estoy convencido de que vamos a ganar al Espanyol en Mestalla pero el resultado no lo digo porque estoy ganándome tal inmerecida fama de gafe, que me veo obligado a ponerle freno. Que haya valencianistas que aman a su equipo y que estén hartos de que les digan que hay que animarlo es otra forma de definir el desastre que es el club en manos de incapaces puestos por irresponsabilidad de Peter Lim, pero la cosa tiene arreglo. Es perfectamente posible animar al equipo porque lo necesita y mostrar desacuerdo con quien está llevando el club al desastre por incapacidad en la gestión. Es más, lo he dicho alguna vez y lo repito hoy, querer confundir ambas cosas en una tiene una intencionalidad peligrosa porque supone afirmar que si protestas contra Meriton contribuyes a que el equipo tenga más difícil ganar y por lo tanto contribuyes a la mala situación deportiva. ¡Demagogia! La gente no es tonta y sabe diferenciar lo necesitado de apoyo que está el equipo de la incapacidad de los gestores del club. Y no hace falta que yo ´arrejunte cuatro letras´ para explicarlo o fomentarlo, la protesta está en la calle y es imparable porque nace del corazón, del cariño y del hastío, del amor y del odio, es pura y en esa pureza está su verdad y su poder. No se me ocurre mejor manera de ridiculizar a Meriton que animar al equipo hasta la saciedad y protestar por su gestión todo en el mismo día. Mestalla puede cambiar presidentes pero sobre todo, puede ganar partidos, y este hay que ganarlo sea como sea.

Voro solo tiene un camino y son los jugadores. El vestuario está roto y él es la persona idónea para coserlo por lo conoce mejor que nadie. Como delegado ha sido el amigo de todos los futbolistas y por ello lo respetan, y desde esa posición trata de conseguir la unión del grupo. Es algo como esto: «Chavales, me conocéis, y yo os conozco, esto tenemos que sacarlo adelante entre todos». Es un mensaje dicho desde la complicidad y no desde la superioridad y el látigo. Voro sabe que la clave está en que sea capaz de llegar al jugador, en hacerle sentir cómodo, en que logre meterlo en los partidos y ahí que cada futbolista sepa decidir y gestionar cada situación. La mejor prueba de que eso ahora no está pasando la vimos en Balaídos, Vinícius marca el gol del empate, se da la vuelta y no hay nadie con quien celebrarlo...

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