A Simone Zaza no le sentó nada bien su suplencia en el Ciutat de València. Y eso, lejos de ser criticable, debería ser ponderable. Si bien, el italiano protagonizó durante el Derbi una serie de muecas que chirrían con los valores fundamentales del proceso que lidera Marcelino para tratar de rehabilitar a un equipo -y un proyecto- que hace solo unos meses se sabía descarrilado. Zaza se concentró con el equipo el día anterior, llegó al estadio y salió a probar el césped. Hasta ahí normal. Después, en lugar de calentar, se encerró dentro del vestuario como si la cosa no fuera con él. Sabía que partía de suplente -Marcelino había comunicado la alineación- y desapareció del mapa. Mientras tanto, los otros diecisiete jugadores realizaban el calentamiento en el terreno de juego. Su ausencia suscitó todo tipo de especulaciones después de que el técnico lo relegara al banquillo en favor de Mina, principal novedad, pero no padecía problemas físicos.La línea está marcada

Zaza prefirió concentrarse a solas, en un ritual un tanto extraño, y lo cierto es que el calentamiento es totalmente optativo para los suplentes en el Valencia, pero seamos honestos, como gesto no está del todo bien. En la segunda parte, mientras realizaba los ejercicios de calentamiento para saltar al césped, el jugador cruzó algunas palabras con Marcelino cuando este le pidió intensidad. Posteriormente, en rueda de prensa, el míster le dejó un recadito: «tengo clarísimo que viendo cómo ha actuado Santi y cómo ha actuado Zaza, estoy convencido de que he acertado». La escena, por elocuente que fuera, pasó desapercibida. Hay voces en el club que abogan por que esta cuestión sea tratada de puertas hacia adentro pero es conveniente recordar a Zaza y a todo el mundo que en este Valencia los intereses individuales están a la cola de los intereses colectivos. Es el primer mandamiento.

Las cosas se han hecho mal en los últimos años, el club quiere hacerse fuerte y la línea está absolutamente marcada y fijada. Zaza tiene que medir. Sus gestos son una anécdota, es un jugador cuyo comportamiento y contribución en el día a día son altamente positivas, pero conviene recordar que por faltar a los principios básicos ha habido futbolistas que han sido descartados. Está bien que el italiano tenga carácter ganador y sienta la necesidad de jugar -y ayudar- pero, como él, hay otros diez que están esperando la oportunidad. Murillo, sin ir más lejos, se comió un banquillazo ante el Atleti. Marcelino seguirá alternando parejas de ataque. Y habrá otro día en el que le toque a Rodrigo. Ayer el técnico encontró fundamento táctico para sacar a Santi Mina. Los gestos de Zaza estuvieron de más.